El cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas celestiales y que Jesucristo, sumo Sacerdote, introdujo en este destierro ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia situando a Dios como centro de nuestra vida durante todas las horas del día -Liturgia de las horas- y todos los días del año -Lectio Divina- Si quiere recibirla diariamente, por favor, apúntese aquí |
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LECTIO DIVINA DE AYER
LITURGIA DE LAS HORAS CORRESPONDIENTE AL
SÁBADO SEMANA II DEL SALTERIO
LECTIO DIVINA correspondiente al Sábado
semana XXXIV del tiempo
LECTIO
Primera lectura: Daniel
7,15-27
15 Yo, Daniel, me sentí
profundamente turbado a causa de las visiones que cruzaban por
mi mente.
16 Me acerqué a uno de los que
estaban allí y le pedí que me dijera la verdad acerca de todo
aquello. Él me respondió y me dio a conocer la interpretación de
la visión:
17 -Estas cuatros bestias
gigantescas son otros tantos reyes que dominarán el mundo,
18 pero después recibirán el
reino los fieles del Altísimo y lo poseerán por toda la
eternidad.
19 Entonces quise saber la
verdad sobre la cuarta bestia, que era diferente de las otras,
extraordinariamente terrible, con dientes de hierro y garras de
bronce, que todo lo devoraba y trituraba y que con sus pezuñas
pateaba las sobras.
20 Quise saber la verdad sobre
los diez cuernos que había en su cabeza y sobre el que despuntó
y ante el cual habían caído tres, aquel cuerno que tenía ojos y
una boca que profería insolencias y que parecía mayor que los
otros cuernos.
21 Yo había visto cómo este
cuerno declaraba la guerra a los fieles y estaba a punto de
vencerlos,
22
pero entonces vino el anciano e hizo justicia a los fieles del
Altísimo, porque había llegado el tiempo en el que los fieles
tomasen posesión del reino.
23 Y me dijo: -La cuarta bestia
es un cuarto reino que vendrá a la tierra, distinto a los otros,
y que devorará toda la tierra, la pisoteará y la triturará.
24 En cuanto a los diez cuernos,
son diez reyes que surgirán en ese reino. Después de ellos
vendrá otro distinto de los precedentes, que derribará a tres de
ellos.
25 Proferirá palabras insolentes
contra el Altísimo, oprimirá a los fieles del Altísimo, tratará
de cambiar las festividades religiosas y la ley, y los fieles le
serán entregados por un periodo de tres años y medio.
26 Pero cuando el tribunal haga
justicia, le será arrebatado el poder y será definitivamente
destruido y aniquilado.
27 Y la realeza, el poder y el
esplendor de todos los reinos de la tierra serán entregados al
pueblo de los fieles del Altísimo. Su Reino es un reino eterno y
todo poder le servirá y obedecerá.
**• Prosigue la visión escatológica de Daniel, que esta vez no
consigue comprender por sí solo su sueño y pide a una de las
figuras del tribunal celestial que se lo explique.
Las cuatro bestias son cuatro reinos que, a pesar de su poder,
serán suplantados por el Reino de "los fieles del Altísimo".
La cuarta bestia, diferente a las otras, aterroriza a
Daniel, que pide aún explicaciones al ángel. El cuarto reino
devorará toda la tierra; se sucederán diez reyes y, por último,
otro rey -el cuerno pequeño- más feroz y blasfemo que los
anteriores. Sustituirá el culto a Dios por el culto a los
ídolos. Este rey tendrá manos libres, pero durante un tiempo
limitado. Después, será juzgado y aniquilado. El Reino eterno
será entregado al final a los fieles del Altísimo, a las
potencias angélicas que representan el dominio de Dios. Podemos
ver aquí una alusión a la insurrección macabea contra Antíoco
IV: a los insurrectos que combaten para salvaguardar la pureza
de la fe les está asegurado el consuelo de la previsión de la
victoria final.
Evangelio: Lucas 21,34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a
sus discípulos:
34 Procurad que vuestros
corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y
las preocupaciones de la vida, porque entonces ese día caerá de
improviso sobre vosotros.
35 Ese día será como una trampa
en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.
36 Velad, pues, y orad en todo
tiempo, para que os libréis de todo lo que ha de venir y podáis
presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.
**• La exhortación a la vigilancia, que aparece insistentemente
en todo el "discurso escatológico", se vuelve explícita aquí, en
los versículos conclusivos. Jesús transforma el ansia de los
discípulos por el "cuándo" en una atención constante:
todo momento es bueno, el juicio llegará de improviso y es
preciso estar siempre preparados para que sea un juicio de
salvación y no de condena.
"Que vuestros corazones no se emboten", dice Jesús: se
trata de un mensaje de liberación de las trabas que nos atan y
nos distraen de lo que verdaderamente cuenta.
"Ese día" será como un lazo, como una trampa, como el
ladrón que intenta sorprender por la noche al dueño de la casa
(cf. Le 12,39). Estas palabras de Jesús producen
escalofríos; sin embargo, no son amenazadoras: la "vela"
y la "oración" nos proporcionarán la fuerza necesaria
para escapar de lo que va a suceder, de los peligros que siempre
nos acechan -y no sólo al fin del mundo-, y nos permitirán
comparecer (stathénai, "estar seguros", "resistir") ante
el Hijo del hombre.
El significado global de este discurso de Jesús es una
exhortación a la confianza: suceda lo que suceda, la venida del
Hijo del hombre la esperan con nostalgia quienes confían en él
como en el momento de la liberación definitiva del mal.
MEDITATIO
"Ese día", el día del Señor, es un tiempo sin tiempo,
apenas más allá del instante que estamos viviendo. Es un tiempo
de juicio y de salvación que viene cuando menos lo esperas y
trae lo que no sabes. Ahora bien, no es un tiempo desconocido o
un tiempo fuera de nuestro alcance: es hoy, es ese hoy que
vivimos día a día, el momento de nuestra decisión, de todo
encuentro que tengamos, de toda alegría que hayamos recibido y
de todo sufrimiento con el que seamos medidos.
Daniel se siente turbado por la visión que ha tenido, pero el
ángel le proporciona una explicación tranquilizadora: se
celebrará el juicio y al cuerno -el rey- que habla con altivez
se le quitará el poder. Velar para que ese día no nos sorprenda
no significa, a buen seguro, vivir en la angustia. Al contrario,
significa vivir en plenitud cada instante, como si fuera el
único o el más significativo para nosotros. Hemos de vivir
incluso con alegría, recibiendo cada acontecimiento como un don
y como una oportunidad. Vivir con atención, buscando en los
otros que pasan a nuestro lado el rostro único y múltiple de
aquel que nos llama. Velar y orar en cada momento significa
llenar de sentido nuestra vida y la de los otros, e incluso
gozarla, transformándola en un canto de alabanza. De este modo,
como dice Pablo,
cada acto de nuestra vida,
incluso los que parecen más profanos y triviales, se convertirá
en oración. Así, su presencia colmará nuestros corazones y nos
acompañará hasta presentarnos sin temor ante el Hijo del hombre.
ORATIO
Quisiera velar y orar mientras te espero, Señor. Pero mis ojos
están llenos de sueño y me pesa el corazón, fatigado por
demasiadas ansias. No soy capaz de velar contigo ni una sola
hora, y tú lo sabes, Señor.
Enséñame a orar, Señor. Como Daniel, siento que desfallecen mis
fuerzas y mi mente se siente turbada, porque es duro el sentido
de tus palabras. Enséñame a no malgastar el tiempo de vida que
me das; haz que sepa servirme de él para preparar mi encuentro
contigo.
Libérame del miedo, Señor. Haz que sienta con alegría el
momento de comparecer ante el Hijo del hombre como la invitación
a un banquete de bodas.
CONTEMPLATIO
Los cristianos siempre han esperado a Cristo, siempre han
recordado los signos de su retorno, pero nunca han pretendido
que ya hubiera vuelto. Han afirmado simplemente que estaba a
punto de llegar, que estaba a las puertas. Sus verdaderos
discípulos no han pretendido fijar nunca una fecha para su
vuelta. Se han contentado con esperar. Así, cuando vuelva, le
podrán reconocer [...]. No hay nada de malo ni de ridículo,
efectivamente, en pensar que los acontecimientos del mundo se
dirigen hacia una meta. Es el modo de interpretar todo a la luz
de la Escritura: leer el sentido de todas las cosas,
considerarlas como signos y manifestaciones de Cristo, de su
providencia, de su voluntad.
Se podría objetar que este mundo habla con frecuencia un
lenguaje adverso a Dios. Cómo podría decirse entonces que lleva
en él signos de la presencia de Cristo y, por consiguiente, que
se acerca a él? Sin embargo, es así. Pese al carácter opaco de
este mundo, Dios está presente en él, Dios nos habla a través
del mundo. Cristo está siempre aquí, susurra a nuestros oídos y
nos hace señas. Pero el rumor de este mundo es tan ensordecedor,
sus signos siguen siendo tan misteriosos, el mundo se muestra
tan agitado, que no sabemos reconocer cuándo habla ni qué nos
quiere decir (J. H. Newman, Parochial and Plain Sermons,
vol.
VI, Sermón.
17, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
"Velad, pues, y orad en
todo tiempo"
(Lc 21,36).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Puesto que Jesús está siempre a punto de venir, la Iglesia debe
velar de manera incesante. Ella misma es vela, vigilia. Ella
misma "aguarda con perseverancia" (cf. Rom 8,19.25), para
esperar a su Señor y Esposo. En consecuencia, se impone siempre
la vigilancia. El día y la noche, la vela y el sueño,
constituyen un ritmo cósmico que recibe en Jesús un nuevo
significado.
La noche designa la ausencia de él, mientras que el alba y el
día anuncian su venida. La Iglesia, que vive esperando la venida
de Jesús con la certeza de su misteriosa presencia, no puede
"dormir", sino que vela. En su vela, el cristiano lleva toda el
ansia de la Iglesia, que, en el Espíritu Santo, espera a su
Señor. La fuerza del Espíritu penetra en su vela hasta tal punto
que ésta, de una manera misteriosa, influirá ahora en el ritmo
cósmico del tiempo. Este influjo justifica la fuerza de la
palabra de Pedro cuando escribe que el cristiano, velando y
orando, apresura la llegada del día del Señor.
Velar con Jesús es siempre velar en torno a su Palabra. La única
lámpara de la que disponemos en nuestras tinieblas es la Palabra
de Dios. En espera de que apunte el Día, Jesús resplandece ya,
por medio de su Palabra, en lo más hondo de nuestro corazón; la
venida de Jesús al fin de los tiempos se anticipa en nuestros
corazones cuando velamos en torno a su Palabra. En la noche de
los tiempos en la que seguimos viviendo hoy, la vela de oración
es un primer vislumbre, todavía inseguro, que se eleva sobre el
mundo: es la señal de que Jesús está cerca.
La vela, por tanto, no puede cesar nunca, y la oración debe
crecer siempre. La espera y la vela nos arrancan de nosotros
mismos y nos dejan en manos de Dios, de quien depende toda
consumación, y que tendrá lugar cuando él quiera, cuando el
mundo, a fuerza de velar, esté maduro para la cosecha (A. Louf,
Lo Spiríto prega !n noi, Magnano 1995, pp. 103-107,
passim [edición española: El Espíritu ora en nosotros,
Narcea, Madrid 1985]).
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con
cantos.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Porque el Señor es
un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su
mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los
montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme
que modelaron sus manos.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Entrad, postrémonos
por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque
él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él
guía.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Ojalá escuchéis hoy
su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el
día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me
pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis
obras.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Durante cuarenta
años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo
de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso
he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.""
Ant.
Entremos a la presencia del Señor,
dándole gracias.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Padre nuestro,
Padre de todos,
líbrame del
orgullo
de estar solo.
No vengo a la soledad
cuando
vengo a la oración,
pues sé que, estando contigo,
con mis
hermanos estoy;
y sé que, estando con ellos,
tú estás en
medio, Señor.
No he venido a refugiarme
dentro de tu
torreón,
como quien huye a un exilio
de aristocracia
interior.
Pues vine huyendo del ruido,
pero de los
hombres no.
Allí donde va un cristiano
no hay
soledad, sino amor,
pues lleva toda la Iglesia
dentro de
su corazón.
y dice siempre "nosotros",
incluso si dice
"yo". Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Por la mañana
proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Salmo 91 Alabanza del Dios creador
Este salmo canta las maravillas realizadas
en Cristo (S. Atanasio)
Es bueno dar gracias al Señor
y tocar para tu
nombre, oh Altísimo,
proclamar por la mañana tu misericordia
y de noche tu fidelidad,
con arpas de diez cuerdas y laúdes,
sobre arpegios de cítaras.
Tus acciones, Señor, son mi
alegría,
y mi júbilo, las obras de tus manos.
!Qué
magníficas son tus obras, Señor,
qué profundos tus designios!
El ignorante no los entiende
ni el necio se da cuenta.
Aunque germinen como hierba los malvados
y florezcan los
malhechores,
serán destruidos para siempre.
Tú, en cambio,
Señor,
eres excelso por los siglos.
Porque tus
enemigos, Señor, perecerán,
los malhechores serán
dispersados;
pero a mí me das la fuerza de un búfalo
y me
unges con aceite nuevo.
Mis ojos despreciarán a mis enemigos,
mis oídos escucharán su derrota.
El justo crecerá como
una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano:
plantado
en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios;
en la vejez seguirá dando fruto
y estará lozano y
frondoso,
para proclamar que el Señor es justo,
que en mi
Roca no existe la maldad.
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant. Por la mañana
proclamamos, Señor, tu misericordia y de noche tu fidelidad.
Ant. 2. Dad gloria a
nuestro Dios.
Cántico Dt 32, 1-12
Beneficios de Dios para con su pueblo
!Cuántas veces he querido reunir a tus
hijos como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! (Mt 23,
37)
Escuchad, cielos, y hablaré;
oye, tierra, los
dichos de mi boca;
descienda como lluvia mi doctrina,
destile como rocío mi palabra;
como llovizna sobre la hierba,
como orvallo sobre el césped.
Voy a proclamar el nombre
del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
El es la Roca, sus
obras son perfectas,
sus caminos son justos,
es un Dios
fiel, sin maldad;
es justo y recto.
Hijos degenerados,
se portaron mal con él,
generación malvada y pervertida.
Así le pagas al Señor,
pueblo necio e insensato?
No es él
tu padre y tu creador,
el que te hizo y te constituyó?
Acuérdate de los días remotos,
considera las edades
pretéritas,
pregunta a tu padre, y te lo contará,
a tus
ancianos, y te lo dirán:
Cuando el Altísimo daba a cada
pueblo su heredad
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de
los hijos de Dios,
la porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su heredad.
Lo encontró en
una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos:
lo rodeó, cuidando de él,
lo guardó como a las niñas
de sus ojos.
Como el águila incita a su nidada,
revolando sobre los polluelos,
así extendió sus alas, los
tomó
y los llevó sobre sus plumas.
El Señor
solo los condujo,
no hubo dioses extraños con él.
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dad gloria a nuestro
Dios.
Ant. 3. !Qué admirable
es tu nombre, Señor, en toda la tierra!
Salmo 8 Majestad del Señor y
dignidad del hombre
Todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la
Iglesia, como cabeza, sobre todo (Ef 1, 22)
Señor, dueño nuestro,
!qué admirable es tu
nombre
en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre
los cielos.
De la boca de los niños de pecho
has sacado
una alabanza contra tus enemigos,
para reprimir al adversario
y al rebelde.
Cuando contemplo el cielo, obra de
tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano,
para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando
sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus
pies:
rebaños de ovejas y toros,
y hasta
las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar.
Señor, dueño nuestro,
!qué admirable es tu nombre
en toda la tierra!
Gloria al Padre, y al Hijo, y
al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant. !Qué admirable es tu
nombre, Señor, en toda la tierra!
LECTURA BREVE
Rm 12, 14-16a
Bendecid a los que
os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen,
estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de
trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino
pones al nivel de la gente humilde.
RESPONSORIO BREVE
R. Te aclamarán
* Mis labios, Señor.
Te aclamarán mis
labios, Señor.
V. Mi lengua recitará tu
auxilio.
*
Mis labios, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Te aclamarán mis labios, Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Guía, nuestros pasos, Señor, por el camino de la paz.
Benedictus Lc 1, 68-79
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado
y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde
antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de
todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que
tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el
juramento que juró a nuestro padre Abrahán
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de
los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su
presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,te llamarán
profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a
preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia
de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de
muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de
muerte.
PRECES
Celebremos la sabiduría y la bondad de Cristo,
que ha querido ser amado y servido en los hermanos,
especialmente en los que sufren, y supliquémosle
insistentemente, diciendo:
Haznos perfectos en la caridad,
Señor.
Al recordar esta mañana tu santa
resurrección,
–te pedimos, Señor, que extiendas los beneficios de tu redención a todos
los hombres.
Que todo el día de hoy sepamos dar buen
testimonio del nombre cristiano
–y ofrezcamos nuestra jornada como un culto espiritual agradable al
Padre.
Enséñanos, Señor, a descubrir tu imagen en todos
los hombres.
–y a servirte a ti en cada uno de ellos.
Oh Cristo, vid verdadera
de la que nosotros somos sarmientos,
–haz que permanezcamos en ti y demos fruto abundante, para que con ello
reciba gloria Dios Padre.
Con la confianza que nos
da nuestra fe, acudamos ahora al Padre, diciendo, como nos
enseñó Cristo:
Padrenuestro, que estás en
el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu
reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN
Que nuestra voz, Señor, nuestro
espíritu y toda nuestra vida sean una continua alabanza en tu
honor; y, pues toda nuestra existencia es puro don de tu
liberalidad, que también cada una de nuestras acciones te esté
plenamente dedicada. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V.
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
TERCIA, SEXTA, NONA
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los
siglos.
Amén.
Aleluya.
HIMNO
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la
felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz
temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder
de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin
medida.
poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes
en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. "El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán", dice el Señor.
Salmo 118, 81-88 XI (Caph)
Me consumo ansiando tu salvación,
y espero en tu palabra;
mis ojos se consumen ansiando tus promesas,
mientras
digo: "Cuándo me consolarás?"
Estoy como un odre puesto al
humo,
pero no olvido tus leyes.
Cuántos serán los días
de tu siervo?
Cuándo harás justicia de mis perseguidores?
Me han cavado fosas los insolentes,
ignorando tu voluntad;
todos tus mandatos son leales,
sin razón me persiguen,
protégeme.
Casi dieron conmigo en la tumba,
pero yo no
abandoné tus decretos;
por tu bondad dame vida,
para que
observe los preceptos de tu boca.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. "El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán", dice el Señor.
Ant. 2. Tú eres,
Señor, mi refugio y mi bastión contra el enemigo.
Salmo 60 Oración de un desterrado
Oración del justo que espera la vida eterna
(S. Hilario)
Dios mío, escucha mi clamor,
Atiende a mi
súplica;
te invoco desde el confín de la tierra
con el
corazón abatido:
llévame a una roca inaccesible,
porque tú eres mi refugio
y mi bastión contra el enemigo.
Habitaré siempre en tu morada,
refugiado al amparo de tus
alas;
porque tú, oh Dios, escucharás mis votos
y me darás
la heredad de los que veneran tu nombre.
Añade días a los
días del rey,
que sus años alcancen varias generaciones;
que reine siempre en presencia de Dios,
que tu gracia y tu
lealtad le hagan guardia.
Yo tañeré siempre en tu honor,
e iré cumpliendo mis votos día tras día.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tú eres, Señor, mi
refugio y mi bastión contra el enemigo.
Ant. 3. Protege mi
vida, Señor, del terrible enemigo.
Salmo 63 Súplica contra los enemigos
Este salmo se aplica especialmente a la
pasión del Señor (S. Agustín)
Escucha, oh Dios, la voz de mi
lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme
de la conjura de los perversos
y del motín de los
malhechores:
afilan sus lenguas como espadas
y
disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a
escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin
riesgo.
Se animan al delito,
calculan cómo esconder
trampas,
y dicen:"Quién lo descubrirá?"
Inventan maldades
y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no
tienen fondo.
Pero Dios los acribilla a flechazos,
por
sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la
ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.
Todo el
mundo se atemoriza,
Proclama la obra de Dios
y medita sus
acciones.
El justo se alegra con el Señor,
se refugia
en él,
y se felicitan los rectos de corazón.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Protege mi vida,
Señor, del terrible enemigo.
TERCIA
LECTURA BREVE
Dt 8, 5b-6
El Señor, tu Dios, te ha educado, como un padre educa a su hijo,
para que guardes los preceptos del Señor, tu Dios, sigas sus
caminos y lo temas.
V. La voluntad del Señor
es pura y eternamente estable.
R. Los mandamientos del
Señor son verdaderos y enteramente justos.
ORACIÓN
Señor Dios, Padre todopoderoso, infúndenos la luz del
Espíritu Santo, para que, libres de toda adversidad, podamos
alegrarnos siempre en tu alabanza. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
SEXTA
LECTURA BREVE
1R 2, 2b-3
!Ánimo, sé un hombre! Guarda las consignas del Señor, tu Dios,
caminando por sus sendas, guardando sus preceptos, mandatos,
decretos y normas, para que tengas éxito en todas tus empresas.
V. Guíame, Señor, por la
senda de tus mandatos.
R. Porque ella es mi
gozo.
ORACIÓN
Señor, fuego
ardiente de amor eterno, haz que, inflamados en tu amor, te
amemos a ti sobre todas las cosas y a nuestro prójimo por amor
tuyo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
NONA
LECTURA BREVE
Jr 6, 16
Paraos en los caminos a mirar,
preguntad por la vieja senda: "Cuál es el buen camino?";
seguidlo, y hallaréis reposo.
V. Tus preceptos son mi
herencia perpetua.
R. La alegría de mi
corazón.
ORACIÓN
Escucha, Señor,
nuestra oración y danos la abundancia de tu paz, para que, por
intercesión de santa María, la Virgen, después de haberte
servido durante toda nuestra vida, podamos presentarnos ante ti
sin temor alguno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
Aleluya.
HIMNO
Acuérdate de Jesucristo,
resucitado de entre los
muertos.
Él es nuestra salvación,
nuestra gloria para
siempre.
Si con él morimos, viviremos con él;
si con
él sufrimos, reinaremos con él.
En él nuestras penas, en
él nuestro gozo;
en él la esperanza, en él nuestro amor.
En él toda gracia, en él nuestra paz;
en él nuestra
gloria, en él la salvación. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. De la salida
del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
Salmo 112 Alabado sea el nombre del Señor
Derriba del trono a los poderosos y
enaltece a los humildes (Lc 1, 52)
Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre
del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por
siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea
el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los
pueblos,
su gloria sobre los cielos.
Quién como el Señor,
Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para
mirar
al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al
desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con
los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le
da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. De la salida del sol
hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
Ant. 2. Alzaré la copa
de la salvación, invocando el nombre del Señor.
Salmo 115 Acción de gracias en el templo
Por medio de Jesús, ofrezcamos
continuamente a Dios un sacrificio de alabanza (Hb 13, 15)
Tenía fe, aun cuando dije:
"!Qué
desgraciado soy!"
Yo decía en mi apuro:
"Los hombres son
unos mentirosos."
Cómo pagaré al Señor
todo el bien
que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en
presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo
tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te
ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre,
Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el
pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti,
Jerusalén.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant. Alzaré la copa de la
salvación, invocando el nombre del Señor.
Ant. 3. El Señor Jesús
se rebajó, y por eso Dios lo levantó por los siglos de los
siglos.
Cántico Flp 2, 6-11 Cristo,
siervo de Dios, en su misterio pascual
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se
despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre
cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que
al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la
tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo
es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y
al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora
y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor Jesús se
rebajó, y por eso Dios lo levantó por los siglos de los siglos.
LECTURA BREVE
Hb 13, 20-21
Que el Dios de la
paz, que hizo subir de entre los muertos al gran Pastor de las
ovejas, nuestro Señor Jesús, en virtud de la sangre de la
alianza eterna, os ponga a punto en todo bien, para que cumpláis
su voluntad. Él realizará en nosotros lo que es de su agrado,
por medio de Jesucristo; a él la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
RESPONSORIO BREVE
R. Cuántas son
* Tus obras. Señor.
Cuántas son tus
obras. Señor.
V. Y todas las hiciste
con sabiduría.
*
Tus obras, Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Cuántas son tus obras. Señor
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Jesús proclamaba el
Evangelio del reino y curaba las enfermedades del pueblo.
Magníficat Lc 1, 46-55
Alegría del alma en Señor
Proclama mi alma la grandeza del
Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque
ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me
felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha
hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su
misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de
corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a
los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a
los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su
siervo,
acordándose de su misericordia
–como
lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Jesús proclamaba el Evangelio del reino y curaba las enfermedades del
pueblo.
PRECES
Recordando la bondad de Cristo, que se compadeció del
pueblo hambriento y obró en favor suyo los prodigios de su amor,
digámosle con fe:
Muéstranos, Señor, tu amor.
Reconocemos, Señor, que todos los beneficios que hoy hemos
recibido proceden de tu bondad;
–haz que no tornen a ti vacíos, sino que den fruto, con un corazón noble
de nuestra parte.
Oh Cristo, luz y salvación de todos los
pueblos, protege a los que dan testimonio de ti en el mundo,
–y enciende en ellos el fuego de tu Espíritu.
Haz, Señor, que
todos los hombres respeten la dignidad de sus hermanos,
–y que todos juntos edifiquemos un mundo cada vez más humano.
A
ti, qué eres el médico de las almas y de los cuerpos,
–te pedimos que alivies a los enfermos y des la paz a los agonizantes,
visitándolos con tu bondad.
Dígnate agregar los difuntos
al número de tus escogidos,
–cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.
Porque
Jesús ha resucitado, todos somos hijos de Dios; por eso nos
atrevemos a decir:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
ORACIÓN
Dios
todopoderoso y eterno, ayúdanos al llevar una vida según tu voluntad, para que
podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu
Hijo predilecto. Que vive y reina contigo.
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
DESPUÉS
DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS
DEL DOMINGO Y DE LAS SOLEMNIDADES
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
En este momento es oportuno hacer
examen de conciencia o revisión de la jornada. Después, se
prosigue con la fórmula siguiente:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y
omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa.
Por eso ruego a santa María,
siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios,
nuestro Señor.
V.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
HIMNO
El sueño, hermano de la muerte,
a
su descanso nos convida;
guárdanos tú, Señor, de suerte
que despertemos a la vida.
Tu amor nos guía y nos
reprende
y por nosotros se desvela,
del enemigo nos
defiende
y, mientras dormimos, nos vela.
Te ofrecemos,
humildemente,
dolor, trabajo y alegría;
nuestra plegaria
balbuciente:
"Gracias, Señor, por este día."
Recibe,
Padre, la alabanza
del corazón que en ti confía
y alimenta
nuestra esperanza
de amanecer a tu gran Día.
Gloria a
Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo Salvador,
gloria al Espíritu divino:
tres Personas y un solo Dios.
Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Ten piedad de
mí, Señor, y escucha mi oración.
Salmo 4 Acción de gracias
El Señor hizo maravillas al resucitar a
Jesucristo de entre los muertos (S. Agustín)
Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y
escucha mi oración.
Y vosotros, hasta cuándo ultrajaréis
mi honor,
amaréis la falsedad y buscaréis el engaño?
Sabedlo: el Señor hizo milagros en mi favor,
y el Señor me
escuchará cuando lo invoque.
Temblad y no pequéis,
reflexionad en el silencio de vuestro lecho;
ofreced
sacrificios legítimos
y confiad en el Señor.
Hay
muchos que dicen: "Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de
tu rostro ha huido de nosotros?"
Pero tú, Señor, has
puesto en mi corazón más alegría
que si abundara en trigo y
en vino.
En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Ten piedad, de mí,
Señor, y escucha mi oración.
Ant. 2. Durante la
noche, bendecid al Señor.
Salmo 133 Oración vespertina en el templo
Alabad al Señor, sus siervos todos, los que
le teméis, pequeños y grandes (Ap 19,5)
Y ahora bendecid al Señor,
los siervos del
Señor,
los que pasáis la noche
en la casa del Señor.
Levantad las manos hacia el santuario
y bendecid al
Señor.
El Señor te bendiga desde Sión,
el que hizo
cielo y tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era
en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Durante la noche,
bendecid al Señor.
LECTURA BREVE
Dt 6, 4-7
Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente
uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el
alma, con todas la fuerzas. Las palabras que hoy te digo
quedarán en tu memoria, se las repetirás a tus hijos y hablarás
de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y
levantado.
RESPONSORIO BREVE
R. A tus manos, Señor,
* Encomiendo mi espíritu.
A tus
manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos
librarás.
*
Encomiendo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Sálvanos,
Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para
que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
Nunc dimittis Lc 2, 29-32
Cristo, luz de las naciones y gloria de
Israel
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han
visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los
pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu
pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Sálvanos,
Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para
que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
ORACIÓN
Guárdanos, Señor, durante esta noche y haz que
mañana, ya al clarear el nuevo día, la celebración del domingo
nos llene con la alegría de la resurrección de tu Hijo. Que vive
y reina por los siglos de los siglos.
Después de las I Vísperas de las solemnidades que
no coinciden en domingo:
Visita, Señor, esta habitación: aleja de ella las
insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y
nos guarden en paz, y que tu bendición permanezca siempre con
nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
CONCLUSIÓN
El Señor
todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
R.
Amén.
Antífonas finales a la
Santísima Virgen María
II
Madre
del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre
abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que
tropieza
y quiere levantarse.
Ante la admiración de
cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y
permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel
Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.
ayer
LITURGIA DE LAS HORAS CORRESPONDIENTE AL
VIERNES SEMANA II DEL SALTERIO
LECTIO DIVINA correspondiente al Viernes
semana del XXXIV tiempo ordinario
LECTIO
Primera lectura: Daniel
7,2-14
2 Yo, Daniel, en mi visión
nocturna pude ver cómo los cuatro vientos del cielo agitaban el
inmenso mar
3 y cómo cuatro bestias
gigantescas, diferentes una de otra, salían del mar.
4 La primera era como un león y
tenía alas de águila. Mientras yo miraba, le arrancaron las
alas, se alzó sobre el suelo, irguiéndose sobre sus dos patas
como un hombre, y se le dotó de mente humana.
5 En esto, apareció una segunda
bestia, semejante a un oso; se erguía sobre uno de sus costados,
llevaba entre las fauces tres costillas y una voz le decía:
"!Anda, levántate, devora toda la carne que puedas!"
6 Después vi otra bestia, como
un leopardo, con cuatro alas de ave en su dorso y cuatro
cabezas; a ésta se le dio el poder.
7 Vi todavía en mis visiones
nocturnas una cuarta bestia; era terrible, espantosa y muy
fuerte. Tenía grandes dientes de hierro, lo devoraba y trituraba
todo, y con sus pezuñas pateaba las sobras; era diferente de
todas las bestias anteriores y tenía diez cuernos.
8 Estaba yo observando los
cuernos cuando entre ellos despuntó otro cuerno pequeño; para
hacerle sitio hubieron de ser arrancados tres de los diez
cuernos anteriores. Y vi que este pequeño cuerno tenía ojos como
los de un ser humano y una boca que profería insolencias.
9 Mientras yo continuaba
observando, alguien colocó unos tronos y un anciano se sentó.
Sus vestiduras eran blancas como la nieve y sus cabellos como
lana pura; su trono eran llamas; sus ruedas, un luego ardiente;
10 fluía un río de fuego que
salía de delante de él; miles de millares lo servían y miríadas
de miríadas estaban de pie ante él. El tribunal se sentó y se
abrieron los libros.
11 Estaba yo fascinado por las
insolencias que profería aquel cuerno, cuando vi que mataron a
la bestia, destrozaron su cuerpo y lo arrojaron a las llamas
ardientes.
12 A las otras bestias se les
quitó también el dominio, y sólo hasta un determinado momento se
les permitió seguir con vida.
13 Seguía yo contemplando estas
visiones nocturnas y vi venir sobre las nubes alguien semejante
a un hijo de hombre; se dirigió hacia el anciano y fue conducido
por él.
14 Se le dio poder, gloria y
reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su
poder es eterno y nunca pasará, y su reino jamás será destruido.
*•• La visión de Daniel forma parte del género literario
apocalíptico. La revelación por medio de sueños es frecuente
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Daniel describe con una dramática viveza el mar agitado y las
cuatro bestias, monstruos terribles, que emergen de él. El mar
tiene aquí un valor negativo: simboliza el caos primordial o el
conjunto de las fuerzas que se oponen a Dios y a sus justos.
También las bestias (el cuatro indica totalidad) representan las
fuerzas enemigas o los reinos paganos, que, a pesar de su
arrogancia, son simples instrumentos de los que se sirve Dios
para llevar a cabo sus juicios. En las bestias podemos
identificar el reino de Babilonia, el de los medos, el de los
persas y, por último, en la cuarta y más terrible, el de los
seléucidas de Siria. Siria se asimilaba antiguamente con Asiría,
y aquí, en la visión de los diez cuernos (símbolo de poder) y
del cuerno más pequeño y más arrogante, se superpone en la de
Antíoco IV la imagen de Asur.
La visión continúa ahora como una teofanía: aparece una especie
de tribunal celestial presidido por un anciano con vestiduras
blancas sobre un trono de fuego. La imagen del trono móvil
provisto de ruedas remite a Ezequiel. La muchedumbre de los que
sirven al anciano es innumerable, se abren los libros del juicio
y matan a la cuarta bestia, mientras que a las otras se les
deja, misteriosamente, un tiempo limitado de vida: el mal
amenaza todavía a los fieles, pero su fin está marcado. La
visión teofánica culmina con la aparición del Hijo del hombre,
figura mesiánica a la que se entrega el señorío eterno sobre
todos los pueblos y las naciones.
Evangelio: Lucas 21,29-33
En aquel tiempo,
29 puso Jesús también a sus
discípulos esta comparación: -Mirad la higuera y los demás
árboles.
30 Cuando veis que echan brotes,
os dais cuenta de que está próximo el verano.
31 Así también vosotros, cuando
veáis realizarse estas cosas, sabed que el Reino de Dios está
cerca.
32 Os aseguro que no pasará esta
generación antes de que todo esto suceda.
32 El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
*"• "Cuándo sucederá todo esto?", preguntan los
discípulos (21,7). Jesús se toma las cosas con calma, y casi
parece querer evitar una respuesta directa; por último,
proporciona un criterio muy simple, tomado de la experiencia.
Una brevísima comparación o parábola en tres versículos
relaciona la sabiduría campesina, que reconoce en los fenómenos
naturales la llegada de las estaciones (w. 29ss), con la venida
del Reino preanunciado por los fenómenos cósmicos que acaba de
describir. Lo que cuenta para Lucas no es la previsión exacta de
los tiempos, sino la proximidad del Reino (y de la liberación:
cf. v. 28): el Reino está cerca, ya está incluso en medio
de nosotros.
La afirmación "os aseguro que no pasará esta generación antes
que de todo esto suceda" (v. 32) se refiere, probablemente,
a la caída de Jerusalén, de la que tanto Lucas como su comunidad
ya han tenido experiencia; sin embargo, paradójicamente, también
resulta verdadera aplicada a los acontecimientos escatológicos,
porque la medida del tiempo resulta secundaria respecto al deber
de la vigilancia y al valor eterno de la Palabra de Jesús (v.
33). La preocupación por conocer de manera anticipada lo que
sucederá y cuándo tendrá lugar queda vaciada de sentido:
responder a la llamada y adherirse a la Palabra introduce ahora
y de inmediato al cristiano en la realidad nueva del Reino.
MEDITATIO
Es sencillo comprender cuándo será el fin del mundo, nos dice
Jesús con ironía. Basta con observar cuándo germina la higuera
para saber que el verano está cerca.
Es algo natural, algo que se repite todos los años, algo por lo
que el campesino experto no se deja sorprender. No pasará
nuestra generación antes de que tenga lugar: no se trata de
fantasías milenaristas, sino que se trata de vivir plenamente
nuestra vida, que nos ha sido dada precisamente para eso. No es
preciso esperar al fin del mundo para convencernos de que su
Palabra permanece para siempre y para optar, de una vez por
todas, por confiarnos a él, antes que a las potencias de este
mundo, que parecen mejor dispuestas.
Las aterradoras bestias del sueño de Daniel no resisten la
visión del trono radiante sobre el que se sienta el anciano de
los días; Daniel, en cambio, la resiste muy bien con los ojos
puros de la fe, y se le concede ver la conclusión positiva de la
visión. El poder de las fuerzas del mal está limitado en el
tiempo y en el espacio, a pesar de que infunda terror. Los
creyentes han elegido otro poder, un poder que no tiene límites:
es innumerable el ejército de los que sirven al anciano de los
días, es eterno el reino entregado al Hijo del hombre.
ORATIO
Señor, cada vez me sorprendes más. Me pierdo detrás de un montón
de pensamientos enmarañados y no consigo comprender el sentido
de las cosas, mientras tú me remites a los pequeños signos
cotidianos y a la antigua sabiduría campesina. Hazme capaz de
ver los brotes en las ramas, Señor; hazme capaz de volver a dar
valor a las cosas sencillas y grandes que has preparado para
nosotros.
Tú has venido a nosotros "semejante a un hijo de hombre":
has llevado en nuestra propia carne el milagro sublime de tu
presencia entre nosotros. Hazme capaz, Señor, de mirar a cada
"hijo de hombre", a cada hermano, buscando en él tu imagen.
Hazme comprender, Señor, que estás ya aquí, en medio de
nosotros: no sirven los prodigios extraordinarios, nos basta con
tu Palabra.
CONTEMPLATIO
Sólo una vez al año, pero al menos una vez, el mundo que vemos
deja aparecer sus posibilidades escondidas, en cierto sentido se
manifiesta. Brotan hojas, yemas y flores en los árboles y nacen
la hierba y el trigo en los campos.
Es como una irrupción, imprevista y violenta, de la vida
escondida que Dios ha introducido en el mundo material. Pues
bien, todo esto es como una pequeñísima demostración de lo que
el mundo puede hacer a una orden de Dios cuando él dice una
palabra. Del mismo modo que ahora explota esta tierra en una
primavera de hojas y yemas, así un día se abrirá,
transformándose en un nuevo mundo de luz y de gloria, y veremos
allí a los santos y a los ángeles que habitan en él.
Así será la llegada de esa primavera eterna que todos los
cristianos esperan. Vendrá ciertamente, aunque se retrase.
Esperémosla, porque "es seguro que vendrá y no tardará"
(Heb 10,37). Por eso nos decimos cada día: "Venga a nosotros
tu Reino". Y eso significa: "Muéstrate, Señor, manifiéstate;
tú que te sientas entre los querubines, muéstrate";
"Despierta tu poder y ven a salvarnos" (Sal 79,3). La tierra
que está ante nuestros ojos no nos satisface: es sólo un
comienzo, es sólo la promesa de algo que está más allá; incluso
cuando está en completa fiesta con sus flores, incluso cuando
muestra, de modo conmovedor, todo lo que vive escondido en ella,
ni siquiera entonces nos basta. Sabemos que hay mucho más de lo
que podemos ver. Un mundo de santos y de ángeles, un mundo lleno
de gloria, la morada de Dios, el monte del Dios de los
ejércitos, la Jerusalén celestial, el trono de Dios y de Cristo:
todas esas maravillas que nunca tendrán fin, todo lo que es
precioso, misterioso, incomprensible y está oculto en lo que
vemos. Lo que podemos ver no es más que la envoltura de un Reino
eterno, y hacia ese Reino se dirigen los ojos de nuestra fe (J.
H. Newman, Parochial and Plain Sermons, vol. IV, Sermón
13, passim).
ACTIO
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra:
"Su Reino jamás será
destruido"
(Dn 7,14).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Hay también algo más en este mundo, en este tiempo, en esta vida
de vigilia. Dios no se retrasa en el último día, sino que viene
ya: existe un futuro y existe un presente, un futuro que es una
plenitud y una riqueza de esperanza, y un presente que posee ya
una belleza, una plenitud, una felicidad única. Pues bien, estos
encuentros, estos momentos de felicidad o de facilidad son
momentos de Dios; allí donde hay belleza, riqueza, dulzura,
bienaventuranza, tranquilidad, sentido de vida, verdadera
claridad, allí hay presencia de Dios, porque Dios es todo eso.
Debemos administrar bien esos momentos, del mismo modo que el
viajante que caminara de noche y lamentara la oscuridad
bendeciría la centella de un relámpago. Es un momento, pero a
ese momento se le ha dado la certeza que da la luz, la certeza
de que el camino por el que va es el bueno, de que no camina en
vano.
Así es la economía de Dios: el Señor concede relámpagos,
resplandores, fulgores que orientan el corazón y le dan una
advertencia y una orientación: es el toque de Dios, el
digitus Dei, que nos indica cómo debemos caminar.
Y, después, Dios vuelve a estar casi ausente, desaparece y
calla. Este Amigo vigilante deja de hablar; está presente y
calla. No importa. Si Tiernos gozado bien de los buenos
momentos, no debemos temer a los oscuros, pues no son
peligrosos. No serán momentos de plenitud, sino de deseo, de
fidelidad, de amor no afectivo, sino efectivo; serán los
documentos que prueban que deseamos amar al Señor aunque no nos
dé sus dones. Le queremos a él, no sus dones. En un cielo que no
tiene nombre, en una ebriedad que no tiene confines, en una luz
que no tiene parangón posible, el último don es él mismo (G. B.
Montini, Meditazioni, Roma 1994, pp. 131-134, passim).
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
HIMNO
SALMODIA
LECTURA BREVE
Ef 2, 13-16
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Benedictus Lc 1, 68-79
ORACIÓN
TERCIA, SEXTA, NONA
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
Dt 1, 31b
CONCLUSIÓN
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
SALMODIA
LECTURA BREVE
1Co 2, 7-10a
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant.
Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a
nuestros padres.
Magníficat Lc 1, 46-55
PRECES
ORACIÓN
CONCLUSIÓN
V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
EXAMEN DE CONCIENCIA
En este momento es oportuno hacer
examen de conciencia o revisión de la jornada. Después, se
prosigue con la fórmula siguiente:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y
omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa.
Por eso ruego a santa María,
siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios,
nuestro Señor.
V.
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
HIMNO
LECTURA BREVE
Jr 14, 9
RESPONSORIO BREVE
CÁNTICO EVANGÉLICO
Nunc dimittis Lc 2,
29-32
ORACIÓN
CONCLUSIÓN
Antífonas finales a la
Santísima Virgen María
II
SANTOS EDMUNDO CAMPION, RODOLFO
SHERWIN Y ALEJANDRO BRIANT. Santos mártires, sacerdotes, que fueron
ahorcados, destripados y descuartizados en la plaza Tyburn de
Londres el 1 de diciembre de 1581, bajo el reinado de Isabel I.
Edmundo nació en Londres
en 1540. Siendo estudiante en Oxford prestó el juramento de la
soberanía religiosa de la Reina. El estudio de la Escritura y de
los Padres le provocó una crisis religiosa. Marchó a Douai
(Francia), se hizo católico, ingresó en la Compañía de Jesús y
se ordenó de sacerdote en Praga. Regresó a Inglaterra en 1580 y
ejerció su ministerio en distintos pueblos. Hizo valientes
manifestaciones públicas de palabra y por escrito a favor de la
fe católica, de la que no consiguieron que abjurara las torturas
ni las promesas. Rodolfo
nació en Rodesley el año 1550, estudió en Oxford, se hizo
católico y entonces marchó a Douai y Roma, y recibió la
ordenación sacerdotal. Cuando volvió a su patria, sólo pudo
hacer apostolado tres meses porque enseguida lo arrestaron y lo
encerraron en la Torre de Londres, donde lo torturaron.
Alejandro nació en Somerset
el año 1556. Estudió en Oxford y cuando ingresó en la Iglesia
Católica marchó al seminario de Douai, donde se ordenó de
sacerdote. Vuelto a Inglaterra en 1579 empezó a ejercer su
apostolado. Lo detuvieron, y estando ya en la cárcel fue
admitido en la Compañía de Jesús.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Venid,
aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con
cantos.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Porque el Señor es
un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su
mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los
montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme
que modelaron sus manos.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Entrad, postrémonos
por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque
él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él
guía.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Ojalá escuchéis hoy
su voz:
"No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el
día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me
pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis
obras.
Ant.
Entremos a la
presencia del Señor, dándole gracias.
Durante cuarenta
años
aquella generación me asqueó, y dije:
"Es un pueblo
de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso
he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.""
Ant.
Entremos a la presencia del Señor,
dándole gracias.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Por el dolor creyente que brota del pecado;
por
haberte querido de todo corazón;
por haberte, Dios mío,
tantas veces negado,
tantas veces pedido, de rodillas,
perdón.
Por haberte perdido; por haberte encontrado.
Porque es como un desierto nevado mi oración;
porque es como
la hiedra sobre un árbol cortado
el recuerdo que brota
cargado de ilusión.
Porque es como la hiedra, déjame que
te abrace,
primero amargamente, lleno de flor después,
y
que a mi viejo tronco poco a poco me enlace,
y que mi vieja
sombra se derrame a tus pies.
!Porque es como la rama
donde la savia nace,
mi corazón, Dios mío, sueña que tú lo
ves! Amén.
Ant. 1. Un corazón quebrantado y humillado, tú no lo
desprecias, Señor.
Salmo 50 Misericordia, Dios mío
Renovaos en la mente y en el espíritu y
vestíos de la nueva condición humana (Ef 4,23-24)
Misericordia, Dios mío, por tu
bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del
todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi
culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti,
contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás
inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me
concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en
mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo:
quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos
quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí
toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos
de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu
generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los
pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu
alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un
espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a
Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces
aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Un corazón
quebrantado y humillado, tú no lo desprecias, Señor.
Ant. 2. En tu juicio,
Señor, acuérdate de la misericordia.
Cántico Ha 3, 2-4. 13a. 15-19 Juicio de
Dios
Levantaos, alzad la cabeza: se acerca
vuestra liberación (Lc 21, 28)
Señor, he oído tu fama,
me ha impresionado tu
obra.
En medio de los años, realízala;
En medio de los
años, manifiéstala;
en el terremoto, acuérdate de la
misericordia.
El Señor viene de Temán;
el Santo, del
monte Farán:
su resplandor eclipsa el cielo,
la tierra se
llena de su alabanza;
su brillo es como el día,
su mano
destella velando su poder.
Sales a salvar a tu pueblo,
a salvar a tu ungido;
pisas el mar con tus caballos,
revolviendo las aguas del océano.
Lo escuché y temblaron
mis entrañas,
al oírlo se estremecieron mis labios;
me
entró un escalofrío por los huesos,
vacilaban mis piernas al
andar;
gimo ante el día de angustia
que sobreviene al
pueblo que nos oprime.
Aunque la higuera no echa yemas
y las viñas no tienen fruto,
aunque el olivo olvida su
aceituna
y los campos no dan cosechas,
aunque se acaban
las ovejas del redil
y no quedan vacas en el establo,
yo
exultaré con el Señor,
me gloriaré en Dios, mi salvador.
El Señor soberano es mi fuerza,
él me da piernas de
gacela
y me hace caminar por las alturas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. En tu juicio, Señor,
acuérdate de la misericordia.
Ant. 3. Glorifica al
Señor, Jerusalén.
†
Salmo 147 Acción de gracias por la
restauración de Jerusalén
Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la
esposa del Cordero (Ap 21, 9)
Glorifica al Señor, Jerusalén;
† alaba a tu Dios,
Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha
bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus
fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su
mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la
nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las
aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento,
y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y
mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les
dio a conocer sus mandatos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Glorifica al Señor,
Jerusalén.
Ahora estáis en
Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los
que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los
dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que
los separaba: el odio. Él ha abolido la ley con sus mandamientos
y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un
solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos,
uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en
él, al odio.
R. Invoco al Dios
Altísimo,
*
Al Dios que hace tanto por mí.
Invoco al Dios Altísimo, al
Dios que hace tanto por mí.
V. Desde el cielo me
enviará la salvación.
*
Al Dios que hace tanto por mí.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
Invoco al Dios Altísimo, al Dios que hace
tanto por mí.
Ant.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el
Sol que nace de lo alto.
El Mesías y su Precursor
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado
y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde
antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la
salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de
todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que
tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el
juramento que juró a nuestro padre Abrahán
Para
concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de
los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su
presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño,te llamarán
profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a
preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia
de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de
muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Ilumina, Señor, a los que viven en tinieblas y en sombra de
muerte.
PRECES
Adoremos a Cristo que, en virtud del Espíritu eterno,
se ofreció a Dios como sacrificio sin mancha, para purificar
nuestra conciencia de las obras muertas, y digámosle con fe:
Nuestra paz, Señor, es cumplir tu voluntad.
Tú que
nos has dado la luz del nuevo día,
–concédenos también caminar por sendas de vida nueva.
Tú que todo
lo has creado con tu poder, y con tu providencia lo conservas
todo,
–ayúdanos a descubrirte presente en todas tus criaturas.
Tú que
has sellado en tu sangre un pacto nuevo y eterno,
–haz que, obedeciendo siempre tus mandatos, permanezcamos fieles a esta
alianza.
Tú que, colgado en la cruz, quisiste que de tu
costado manara agua con la sangre,
–purifica con esta agua nuestros pecados y alegra con este manantial a
la ciudad de Dios.
Ya que Dios nos ha adoptado
como hijos, oremos al Padre como nos enseñó el Señor:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Señor, Dios todopoderoso, te pedimos nos concedas
que, del mismo modo que hemos cantado tus alabanzas en esta
celebración matutina, así las podamos cantar también plenamente,
con la asamblea de tus santos, por toda la eternidad. Por
nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V.
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los
siglos.
Amén.
Aleluya.
HIMNO
I
El trabajo,
Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos
has dado.
Paciente y larga es nuestra tarea
en la
noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al
que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.
En el
alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él
quien nada puede. Amén.
II
Sólo para Nona:
Se cubrieron de luto los
montes
a la hora de nona.
El Señor rasgó el velo del
templo
a la hora de nona.
Dieron gritos las piedras en
duelo
a la hora de nona.
Y Jesús inclinó la cabeza
a la
hora de nona.
Hora de gracia,
en que Dios da su paz a
la tierra
por la sangre de Cristo.
Levantaron sus ojos
los pueblos
a la hora de nona.
Contemplaron al que
traspasaron
a la hora de nona.
Del costado manó sangre y
agua
a la hora de nona.
Quien lo vio es el que da
testimonio
a la hora de nona.
Hora de gracia,
en
que Dios da su paz a la tierra
por la sangre de Cristo. Amén.
Ant. 1. Que tu bondad
me consuele según tu promesa.
Salmo 118, 73-80 X (Iod)
Tus manos me hicieron y me formaron:
instrúyeme para que
aprenda tus mandatos;
tus fieles verán con alegría
que he
esperado en tu palabra;
reconozco, Señor, que tus
mandamientos son justos,
que con razón me hiciste sufrir.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu
siervo;
cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis
delicias serán tu voluntad;
que se avergüencen los insolentes
del daño que me hacen;
yo meditaré tus decretos.
Vuelvan a mí tus fieles
que hacen caso de tus preceptos;
sea mi corazón perfecto en tus leyes,
así no quedaré
avergonzado.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que tu bondad me
consuele según tu promesa.
Ant. 2. Protégeme de
mis agresores, Dios mío.
Salmo 58, 2-5. 10-11. 17-18
Oración pidiendo la
protección de Dios contra los enemigos
Estas
súplicas expresan la confianza del Salvador en su Padre (Eusebio
de Cesarea)
Líbrame de mi enemigo, Dios mío;
protégeme de mis agresores,
líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres
sanguinarios.
Mira que me están acechando,
y me acosan
los poderosos:
sin que yo haya pecado ni faltado, Señor,
sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a
mi encuentro, mira:
tú, el Señor de los ejércitos,
el Dios
de Israel.
Estoy velando contigo, fuerza mía,
porque
tú, oh Dios, eres mi alcázar;
que tu favor se adelante, oh
Dios,
y me haga ver la derrota del enemigo.
Pero yo
cantaré tu fuerza,
por la mañana aclamaré tu misericordia;
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro.
Y tocaré en tu honor, fuerza mía,
porque tú, oh Dios,
eres mi alcázar.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Protégeme de mis
agresores, Dios mío.
Ant. 3. Dichoso el
hombre a quien corrige Dios; él hiere y venda la herida.
Salmo 59 Oración después de una calamidad
En el mundo tendréis luchas; pero tened
valor: Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33)
Oh Dios, nos rechazaste y rompiste nuestras
filas;
estabas airado, pero restáuranos.
Has sacudido y
agrietado el país:
repara sus grietas, que se desmorona.
Hiciste sufrir un desastre a tu pueblo,
dándole a beber
un vino de vértigo;
diste a tus fieles la señal de
desbandada,
haciéndolos huir de los arcos.
Para que
se salven tus predilectos,
que tu mano salvadora nos
responda.
Dios habló en su santuario:
"Triunfante
ocuparé Siquén,
parcelaré el valle de Sucot;
mío es
Galaad, mío Manasés,
Efraín es yelmo de mi cabeza,
Judá es
mi cetro;
Moab, una jofaina para lavarme;
sobre Edom
echo mi sandalia,
sobre Filistea canto victoria."
Pero quién me guiará a la plaza fuerte,
quién me conducirá a
Edom,
si tú, oh Dios, nos has rechazado
y no sales ya con
nuestras tropas?
Auxílianos contra el enemigo,
que la
ayuda del hombre es inútil.
Con Dios haremos proezas,
él
pisoteará a nuestros enemigos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Dichoso el hombre a
quien corrige Dios; él hiere y venda la herida.
TERCIA
El Señor, tu Dios, te ha llevado como a un hijo por todo el camino.
V. Sostenme, Señor, con
tu promesa, y viviré.
R. Que no quede
frustrada mi esperanza.
ORACIÓN
Señor Jesucristo,
que a la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la cruz
por la salvación del mundo, ayúdanos a llorar los pecados de la
vida pasada y a evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
SEXTA
LECTURA BREVE
Ba 4, 28-29
Si un día os empeñasteis en alejaros
de Dios, volveos a buscarlo con redoblado empeño. El que os
mandó las desgracias os mandará el gozo eterno de vuestra
salvación.
V. Del Señor viene la
misericordia.
R.
Y la redención
copiosa.
ORACIÓN
Señor Jesucristo,
que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra salvación,
mientras las tinieblas envolvían al mundo, concédenos que tu luz
nos ilumine siempre, para que, guiados por ella, podamos
alcanzar la vida eterna. Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
NONA
LECTURA BREVE
Sb 1, 13-15
Dios no hizo la muerte ni goza
destruyendo a los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera;
las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno
de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia
es inmortal.
V. Arrancó el Señor mi
alma de la muerte.
R. Caminaré en su
presencia en el país de la vida.
ORACIÓN
Señor Jesucristo,
que, colgado en la cruz, diste al ladrón arrepentido el reino
eterno, míranos a nosotros, que, como él, confesamos nuestras
culpas, y concédenos poder entrar también, como él, después de
la muerte, en el paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
V.
Bendigamos al Señor.
R.
Demos gracias a Dios.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos.
Amén.
Aleluya.
HIMNO
El dolor extendido por tu cuerpo,
sometida tu alma
como un lago,
vas a morir y mueres por nosotros
ante el
Padre que acepta perdonándonos.
Cristo, gracias aún,
gracias, que aún duele
tu agonía en el mundo, en tus
hermanos.
Que hay hambre, ese resumen de injusticias;
que
hay hombre en el que estás crucificado.
Gracias por tu
palabra que está viva,
y aquí la van diciendo nuestros
labios;
gracias porque eres Dios y hablas a Dios
de
nuestras soledades, nuestros bandos.
Que no existan
verdugos, que no insistan;
rezas hoy con nosotros que
rezamos.
Porque existen las víctimas, el llanto. Amén.
Ant. 1. Arranca, Señor, mi alma de la muerte, mis
pies de la caída.
Salmo 114 Acción de gracias
Hay que pasar mucho para entrar en el reino
de Dios (Hch 14, 22)
Amo al Señor, porque escucha
mi voz
suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo
invoco.
Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron
los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué
el nombre del Señor:
"Señor, salva mi vida."
El Señor
es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor
guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
Alma mía, recobra tu calma,
que el Señor fue bueno
contigo:
arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las
lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia
del Señor
en el país de la vida.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Arranca, Señor, mi
alma de la muerte, mis pies de la caída.
Ant. 2. El auxilio me
viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Salmo 120 El guardián del pueblo
Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará
daño el sol ni el bochorno (Ap 7, 16)
Levanto mis ojos a los montes:
de dónde me
vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo
el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de
Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu
derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de
noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu
alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por
siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El auxilio me viene
del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
Ant. 3. Justos y
verdaderos son tus caminos, !oh Rey de los siglos!
Cántico Ap 15,3-4 Himno de
adoración
Grandes y maravillosas son tus obras
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
!oh Rey de los siglos!
Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque
vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Justos y verdaderos
son tus caminos, !oh Rey de los siglos!
Enseñamos una
sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios
antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los
príncipes de este mundo la ha conocido; pues, si la hubiesen
conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria.
Sino, como está escrito: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni
el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que
lo aman." Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu.
R. Cristo murió por los
pecados,*
Para conducirnos a Dios.
Cristo murió por los pecados, para
conducirnos a Dios.
V.
Como era hombre, lo mataron; pero, como
poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
* Para conducirnos a Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Cristo murió por los pecados, para conducirnos a
Dios.
Alegría del alma en
Señor
Proclama mi alma la
grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi
salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque
el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es
santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación
en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa
a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de
bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a
Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
–como
lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
Gloria al
Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los
siglos de los siglos. Amén.
Ant.
Acuérdate de tu misericordia, Señor, como lo habías prometido a
nuestros padres.
Bendigamos ahora al Señor Jesús, que en su vida
mortal escuchó siempre con bondad las súplicas de los que
acudían a él y con amor secaba las lágrimas de los que lloraban,
y digámosle también nosotros:
Señor, ten piedad de tu
pueblo.
Señor Jesucristo, tú que consolaste a los
tristes y deprimidos,
–pon ahora tus ojos en las lágrimas de los pobres.
Escucha los
gemidos de los agonizantes
–y envíales tus ángeles para que los alivien y conforten.
Que
los emigrantes sientan tu providencia en su destierro,
–que puedan regresar a su patria y que un día alcancen también la
eterna.
Que los pecadores se ablanden a tu amor
–y se reconcilien contigo y con tu Iglesia.
Perdona las faltas de
los que han muerto
–y dales la plenitud de tu salvación.
Con el gozo que nos da el
saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padrenuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Oh Dios, que, de una manera admirable, has
manifestado tu sabiduría escondida, con el escándalo de la cruz,
concédenos contemplar con tal plenitud de fe la gloria de la
pasión de tu Hijo que siempre nos gloriemos confiadamente en la
cruz de Jesucristo. Que vive y reina contigo.
V.
El Señor nos bendiga,
nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amén.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Antes de cerrar los ojos,
los labios y el corazón,
al final de la jornada,
!buenas noches!, Padre Dios.
Gracias por todas las gracias
que nos ha dado tu amor;
si muchas son nuestras deudas,
infinito es tu perdón.
Mañana te serviremos,
en tu presencia, mejor.
A la sombra
de tus alas,
Padre nuestro, abríganos.
Quédate junto a
nosotros
y danos tu bendición.
Antes de cerrar los
ojos,
los labios y el corazón,
al final de la jornada,
!buenas noches!, Padre Dios.
Gloria al Padre omnipotente,
gloria al Hijo Redentor,
gloria al Espíritu Santo:
tres
Personas, sólo un Dios. Amén.
SALMODIA
Ant. Señor, Dios mío, de
día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
†
Salmo 87 Oración de un hombre gravemente
enfermo
Ésta es vuestra hora: la del poder de las
tinieblas (Lc 22, 53)
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de
noche grito en tu presencia;
† llegue hasta ti mi
súplica,
inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma
está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del
abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy
como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya
no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas
del fondo;
tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas
tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos,
me has
hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
y
los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy
invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
Harás tú
maravillas por los muertos?
Se alzarán las sombras para darte
gracias?
Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o
tu fidelidad en el reino de la muerte?
Se conocen tus
maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país del
olvido?
Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a
tu encuentro mi súplica.
Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y
enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
pasó sobre
mí tu incendio,
tus espantos me han consumido:
me
rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las
tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era
en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Señor, Dios mío, de
día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
Tú estás en medio de nosotros,
Señor; tu nombre ha sido invocado sobre nosotros: no nos
abandones, Señor, Dios nuestro.
R. A tus manos, Señor,
* Encomiendo mi espíritu.
A tus
manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos
librarás.
*
Encomiendo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Ant.
Sálvanos,
Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para
que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
Cristo, luz de las naciones y
gloria de Israel
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han
visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los
pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu
pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en
el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant.
Sálvanos,
Señor, despiertos,
protégenos mientras dormimos,
para
que velemos con Cristo
y descansemos en paz.
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso
vamos a imitar a tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos
que, al levantarnos mañana, le imitemos también resucitando a
una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.
El Señor
todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
R.
Amén
Madre
del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre
abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que
tropieza
y quiere levantarse.
Ante la admiración de
cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y
permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel
Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.