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 LITURGIA DE LAS HORAS     

JUEVES  -  SEMANA III

  ORACIÓN DEL ATARDECER

II VÍSPERAS
CONFERENCIA  EPISCOPAL  ESPAÑOLA

LITURGIA LAS HORAS DE HOY
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V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.

 

 

HIMNO
Muchas veces, Señor, a la hora décima
sobremesa en sosiego,
recuerdo que, a esa hora, a Juan y a Andrés
les saliste al encuentro.
Ansiosos caminaron tras de ti...
«¿Qué buscáis...?» Les miraste. Hubo silencio.

El cielo de las cuatro de la tarde
halló en las aguas del Jordán su espejo,
y el río se hizo más azul de pronto,
¡el río se hizo cielo!
«Rabí
hablaron los dos, ¿en dónde moras?»
«Venid, y lo veréis.» Fueron, y vieron...

«Señor, ¿en dónde vives?»
«Ven, y verás.» Y yo te sigo y siento
que estás... ¡en todas partes!,
¡y que es tan fácil ser tu compañero!

Al sol de la hora décima, lo mismo
que a Juan y a Andrés
es Juan quien da fe de ello,

lo mismo, cada vez que yo te busque,
Señor,
¡sal a mi encuentro!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

   
 

SALMODIA
Ant. 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.

Salmo 122   El Señor, esperanza del pueblo
Dos ciegos... se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!» (Mt 20, 30)


A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.

Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.


Ant. 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 123   Nuestro auxilio es el  nombre del Señor
Dijo el Señor a Pablo: «No temas..., que yo estoy contigo» (Hch 18, 9. 10)


Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
que lo diga Israel,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó
en presa a sus dientes;
hemos salvado la vida, como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.


Ant. 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Cántico   Ef 1, 3-10   El Dios salvador.

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos. 
 

 

LECTURA BREVE   St 4, 11-12
Dejad de denigraros unos a otros, hermanos. Quien denigra a su hermano o juzga a su hermano denigra a la ley y juzga a la ley; y, si juzgas a la ley, ya no la estás cumpliendo, eres su juez. Uno solo es legislador y juez: el que puede salvar y destruir. ¿Quién eres tú para juzgar al prójimo?

 
 

RESPONSORIO BREVE
R. Sáname, Señor, * Porque he pecado contra ti.
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti.

V. Yo dije: Señor, ten misericordia. * Porque he pecado contra ti.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Sáname, Señor, porque he pecado contra ti. 
 
 
 

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.  

Magníficat   Lc 1, 46-55
Alegr
ía del alma en el Señor

P
roclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
como lo había prometido a nuestros padres
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.
 

G
loria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


Ant.
Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.
 
 

PRECES
Ya que Cristo quiere que todos los hombres se salven, pidamos confiadamente por toda la humanidad, diciendo:
Atrae a todos hacia ti, Señor.

Te bendecimos, Señor, a ti que, por tu sangre preciosa, nos has redimido de la esclavitud;
haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Ayuda con tu gracia a nuestro obispo
N. y a todos los obispos de la Iglesia,
para que, con gozo y fervor, administren tus misterios.

Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad la hallen
y, hallándola, se esfuercen en buscarla con mayor plenitud.

Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas, a los que viven abandonados,
para que te sientan cercano y se entreguen más a ti.

Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial,
donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, lo serás todo para todos.


Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:
 


Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos 
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.


 

ORACIÓN
Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu, en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.