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  EDITH STEIN, UNA MUJER       INTELECTUAL Y SANTA    

María del Pilar Vila Griera

Escrito redactado con motivo de la canonización de Edith Stein, Vaticano, 11 de octubre de 1998, posteriormente ampliado con motivo de su proclamación como copatrona de Europa.

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1. Creyente en la infancia y atea en la juventud;
2. En la filosofía busca la verdad;
3. Acérrima feminista en su época estudiantil;
4. Crisis existencial;
 5. Conversión al catolicismo;
6. Una fe vivida con radicalidad;
7. Lucha por la promoción de la mujer en la Iglesia;
8. Carmelita Descalza, orante y escritora;
9. Prisión y muerte en un campo de concentración;
10. Proyección eclesial de su vida y su martirio.

 Edith Stein se puede considerar una de las grandes mujeres del siglo XX. Ella plenamente insertada en su siglo, vivió las luchas y las angustias de su generación, y una de las dimensiones por las queluchó fue la promoción de la mujer tanto en la sociedad civil como eclesial.

1. Creyente en la infancia y atea en la juventud

        El 12 de octubre de 1891 nace Edith en Breslau (Prusia), es la undécima hija de una familia judía. Cuando sólo tiene un año y medio muere su padre. Su madre, de carácter enérgico y trabajador, consigue sacar a flote una industria de madera. Cuando la economía está afianzada, la madre permite que sus hijas más jóvenes hagan estudios académicos, algo poco común en la mujer de aquel tiempo. Edith estudia con constancia, y consigue buenas notas. Pero ella lo que necesita es una respuesta a las muchas preguntas que se hace en su interior. Respuesta que tampoco encuentra en su familia, por eso busca relación con gente que vive el judaísmo de forma liberal, que no asiste a las sinagogas ni observa los ayunos. Poco a poco, ella se aleja de la práctica religiosa de los suyos, y se le adormece la fe de sus padres.

        Edith a los 15 años decide abandonar los estudios. Cree poder resolver sus preguntas por sí misma, leyendo todo lo que tiene a mano. En esta época ella deja de lado el tema religioso y se declara atea. Dirá más tarde: “Perdí la costumbre de orar con toda conciencia y por propia decisión”. Un primo le recomienda que vuelva a los estudios, y en un verano recupera los tres años perdidos.

 

2. En la filosofía busca la verdad

         Ingresa en la Universidad de Breslau. Aunque un tío suyo la quiere encaminar hacia la medicina, ella estudiará filosofía. Porqué Edith considera que: “Estamos en este mundo para servir a los hombres, y eso se puede conseguir de una manera más perfecta realizando aquello para lo cual cada uno está mejor dotado”. Un día Edith lee en la prensa que Hedwig Conrad-Martius se había doctorado en filosofía. Ella querrá imitarla y deseará hacerse discípula de Husserl y por ello decide estudiar filosofía en la Universidad de Göttingen. Husserl había creado un campo propicio para lamujer, con la fenomenología la mujer entra en la historia de la filosofía.Edith busca en la fenomenología encontrar la verdad sobre sí misma y sobre el misterio delhombre. Este método busca el análisis de la realidad sin ningún tipo de prejuicios, dejando de lado lo que ya se conoce, con el objetivo de captar la realidad en su genuina verdad. Este método 2 responde a su deseo de encontrar la verdad. Más tarde este método le ayudará a aceptar a Dios tal como Él se quiera manifestar.

        En la escuela y en la universidad, Edith Stein es siempre considerada una estudiante brillante. En el bachillerato, licenciatura y doctorado conseguirá las calificaciones más altas. No obstante, ella escribe: “Desde los primeros años de mi vida, siempre supe que es más importante ser bueno que ser inteligente”.

        La joven Edith era exigente, muy segura de sí misma, debía hacerse violencia para aceptar los errores que observaba en los otros. Sus mejores amigos se lo advierten, resulta demasiado exigente, demasiado crítica, «encantadoramente implacable». Edith, sorprendida acepta la corrección, años más tarde comentará: “Yo vivía con el ingenuo autoengaño de que en mí todo era correcto, como es frecuente en las personas incrédulas, que viven con un tenso idealismo ético. Había considerado siempre, como un justo derecho mío, el señalar despiadadamente con el dedo las debilidades, los errores y faltas de otras personas, a menudo en un tono irónico y despectivo”[1].

        En la Universidad de Göttingen, conoce a Max Scheler, sigue su curso sobre: «Formalismo en ética y ética material de los valores». De Max Scheler ella escribirá: “Ocurrió en un tiempo, en que él mismo estaba lleno de ideas católicas las cuales nos recomendaba con toda la brillante fuerza de su espíritu y su don de palabra. Fue el primer contacto con este mundo desconocido para mí hasta entonces. Todavía no me llevó a creer pero se me abrió todo un horizonte de ‘fenómenos’ que no podía dejar de lado[2]. El encuentro con cristianos convencidos, como el filósofo Adolf Reinach, la pondrá en contacto con la vivencia práctica de los valores religiosos. En Reinach ha encontrado por primera vez un amor y una bondad que superan todas sus experiencias anteriores. Ha comprendido que el amor al prójimo de un cristiano creyente se diferencia esencialmente de un afecto puramente humano.

 

3. Acérrima feminista en su época estudiantil

        Edith nunca se sintió inferior al hombre, ni un ser a su servicio, sino que el hombre y la mujer en condición de igualdad debían poder tener acceso a todo tipo de posibilidades según el talento de cada uno. Ya en sus años de estudiante manifiesta una gran sensibilidad por los derechos de la mujer. Ella misma escribirá: “Cuando estaba en el Instituto, y después como estudiante de Universidad, fui acérrima feminista [3]. Por ello trabajará activamente porque las mujeres tengan los mismos derechos que el hombre. Durante los años universitarios de Breslau nos dice que: “Desde este sentimiento de responsabilidad social me puse decididamente a favor del derecho de voto femenino. Esto era entonces, incluso dentro del movimiento ciudadano femenino, no del todo evidente. La asociación prusiana en la que ingresé con mis amigas, estaba integrada en su mayoría por socialistas, debido a que postulaba la total igualdad política de derechos para la mujer [4].

        En la Universidad de Göttingen, se encontrará con profesores que son enemigos declarados a que las mujeres estudien. Pero con la capacidad intelectual y la seriedad en el estudio de jóvenes como Edith, hará posible que los profesores cambien de opinión. Dirá en su autobiografía: El “estricto y temido Edward Schröder […] al igual que su cuñado Roeth, en Berlín, era enemigo de que las mujeres estudiasen y no había recibido hasta entonces a ninguna señorita. Me tocó vivir su «conversión» […] Cuando al comienzo de aquel semestre […], declaró públicamente que a partir de entonces permitiría el acceso al cursos superior a las señoritas, pues lo habían merecido por su aplicación y meritorios trabajos [5]. En otra ocasión, otro profesor ante la presentación de un buen trabajo intelectual realizado por Edith, dijo: “¡Qué sería de su seminario si no hubiera señoritas que trabajasen con tanta aplicación e inteligentemente! Esto me pareció a mí algo exagerado y me sentí obligada a hablar a favor de mis compañeros varones [6]. En su tiempo de estudiante se dedica a dar clases a mujeres trabajadoras. Durante la guerra, cuando estudiaba en la Universidad de Göttingen, dirige el consultorio de orientación profesional femenino para estudiantes. Aquel consultorio estaba organizado por la Asociación «Estudio y formación para la mujer».

        Explica en sus memorias que solía discutir fuertemente con su hermana Erna y sus mejores amigas sobre la tarea y misión de la mujer. Mientras que las otras estaban dispuestas a dejar la profesión para formar en un futuro una familia, sólo ella declaraba que nunca haría eso. Edith está convencida que la mujer tiene mucho camino por recorrer y una de sus conquistas es la profesión intelectual. En 1914, cuando estalla la primera Guerra Mundial, afirma que en este día ha terminado su vida privada y todo que lo que es pertenece al Estado, en consecuencia deja sus estudios y se ofrece voluntaria en la Cruz Roja. Durante seis meses atiende a enfermos infecciosos, dando lo mejor de su persona.

        En 1916, irá a Friburgo como primera asistente de Husserl. Allí consigue el doctorado con la calificación Summa cum laude. Su trabajo como asistente de Husserl no le satisface, ella quiere trabajar de forma independiente, por ello aspirará a tener una cátedra en la universidad, aunque sabe que como mujer no tiene posibilidades de obtenerla, por más que obtenga las máximas puntuaciones. A pesar de ello, se presentará en cuatro ocasiones en diferentes ciudades de Alemania. Incluso presenta una interpelación al Ministro de cultura y ciencia de Prusia. En ella dice que la pertenencia al género femenino no debe ser impedimento para desarrollar una carrera científica, y pide la habilitación de las mujeres académicas. “El Ministro se muestra de acuerdo con los planteamientos de Edith Stein, y las universidades reciben un decreto en el que se recogen unas disposiciones más modernas al respecto [7].

 

4. Crisis existencial

        Edith ha buscado en la cultura no sólo la verdad sino también la felicidad, pero queda decepcionada en estas dos aspiraciones. Ella ama la verdad y por esto nunca se cierra a la verdad, se encuentre donde se encuentre. Ella llegará a decir: “Mi ansia de verdad era mi única oración”. Esta actitud noble y leal le ayudará a encontrar lo que ella con tanto anhelo ha buscado en su vida. Dios va preparando la tierra para que cuando El se manifieste de forma imprevista, ella le acepte sin reservas.

        El año 1917 tiene el primer encuentro fuerte con la fe. En octubre de este año recibe una noticia: su amado profesor Reinach, convertido con su mujer al protestantismo, ha muerto en los campos de batalla de Flandes. Al ir a visitar a la viuda para darle el pésame, cree que se encontrará con una mujer deshecha por el dolor, en cambio la encuentra serena, llena de esperanza. Constató la fuerza de la Cruz de Cristo, capaz de vencer el dolor y la muerte.

        Ella misma confesará: “Fue mi primer encuentro con la Cruz, mi primera experiencia de la fuerza divina que emana de la Cruz y se comunica a quienes la abrazan. Por vez primera me fue dado contemplar en toda su luminosidad a la Iglesia que nace de la pasión de Cristo, en su victoria sobre el aguijón de la muerte. Fue en aquel momento en que se desplomó mi incredulidad, palideció el hebraísmo y Cristo se alzó radiante ante mí: Cristo en el misterio de la Cruz [8].

        Edith se siente atraída por Cristo, pero éste le exige demasiado. Vive una crisis existencial. Ella que siempre ha decidido por si misma, se encuentra indecisa, en un laberinto, donde no ve salida alguna. Ella queda preocupada por el tema religioso, lee el Nuevo Testamento. Los libros de filósofos que hablan sobre este tema, le caen de las manos, pues lo tratan con superficialidad. Muchos de sus amigos se convierten al protestantismo. Edith ve en las iglesias personas que oran con fe sincera, descubre cómo en el silencio se puede dialogar con Dios si se cree en El. Pronto sus preguntas encontrarán respuesta.

 

5. Conversión al catolicismo

        En el verano de 1921, visita a unos amigos, éstos se marchan de viaje, ella se queda sola en esta casa, va a la biblioteca y coge el primer libro que encuentra: es la Vida de Santa Teresa de Jesús escrita por ella misma. Empieza a leer el libro y no lo deja hasta que lo acaba, cuando ya es de madrugada. Cuando cierra el libro dirá: «Ésta es la verdad».

        Edith está cansada de teorías, y Teresa de Jesús no le explica axiomas sino lo que ella ha vivido, deseado temido, experimentado, sufrido y gozado. Descubre en ella la interioridad de una persona enamorada de Dios. En el libro de la Vida, Santa Teresa narra cómo Dios irrumpe en su vida introduciéndola en la experiencia mística, iluminándola con una Sabiduría superior, uniéndola estrechamente con El. Teresa lo narra con humildad, con transparencia, con una gran sinceridad. Y Edith se deja seducir por la experiencia de Teresa.

        En el método fenomenológico, Edith ha encontrado una verdad formal relativa, limitada a una lógica fría, la del conocimiento habitual, que le enseña a comportarse en las tareas habituales pero que no le da un sentido a la vida. Ella tiene hambre de verdad, está cansada de pequeñas verdades, y de palabras vacías. Santa Teresa da testimonio de un Dios muy distinto al de la filosofía o de la ciencia. Se encuentra con un Dios que, antes que nada y por encima de todo, es amor.

        Teresa le cuenta que Dios, que habita en una luz inaccesible, es cercano; la Mística es el trato inmediato con Dios. Edith ve que aquí sí está la verdad que ella busca, en este nivel en que la Fe y el Amor constituyen la fuente de la verdadera Sabiduría. Después de leer la Vida de Santa Teresa se ilumina su propia vida, decide convertirse al catolicismo y más tarde ingresará de carmelita para caminar hacia el encuentro íntimo con Dios [9].

        Edith experimentará un cambio en su interior, era como ser tocada por una fuerza del más allá, algo que le sea dado como regalo, algo que jamás hubiera alcanzado ni con sus máximos esfuerzos [10]. Cuando sus amigos vuelven del viaje, todo ha cambiado en ella.

        La nueva convertida describe la experiencia de su conversión: “Me siento... como alguien, que estuvo en peligro de ahogarse, y al que luego en una habitación clara y caliente, se le regaló paz y acogida, aunque sigue teniendo ante sus ojos aquel mar oscuro. Qué no sentiría una persona así regalada sino una especie de «escalofrío» a la vez que una inmensa gratitud por aquel brazo fuerte, que le había cogido y salvado a tierra segura... [11].

        Afirmará más tarde, “la vida me ha tirado por tierra, pero el cristianismo bendito me ha dado fuerzas para retornarla otra vez, agradecida. Por eso puedo hablar, en el sentido más profundo, de un renacimiento. Ahora no hay persona en el mundo con la que quisiera cambiarme, y he aprendido amar la vida desde que sé para qué vivo [12].

        Al día siguiente compra un catecismo y un misal y los estudia con pasión de convertida. Entra en una iglesia y pide el Bautismo al sacerdote, éste sorprendido le pregunta quién la prepara. Ella le responde que le haga preguntas y el sacerdote queda admirado de su preparación.

        El día 1 de enero de 1922 -a los 31 años- recibe el bautismo, y el nombre nuevo elegido por ella: Teresa. El que había comenzado transformando su inteligencia y sus ideas ahora transforma todo su ser, renace, es una mujer nueva, una mujer de Dios, la gracia completa en ella la obra de la naturaleza.

        Edith vuelve a Breslau y comunica a su madre que es católica. Su conversión es un golpe muy duro para su madre, pero intenta aceptarlo con espíritu de fe. Lejos de ser expulsada, Edith se queda con su familia, y acompaña a su madre a la sinagoga y se une a ella en la oración de los salmos.

        De esta época Juan Pablo II dirá: “Durante mucho tiempo Edith Stein vivió la experiencia de la búsqueda. Su mente no se cansó de investigar, ni su corazón de esperar. Recorrió el camino arduo de la filosofía con ardor apasionado y, al final fue premiada, la Verdad la conquistó. En efecto, descubrió que la Verdad tenía un nombre: Jesucristo, y desde ese momento el Verbo encarnado fue todo para ella. Al contemplar, como carmelita, ese período de su vida, escribió a una benedictina: «Quien busca la verdad, consciente o inconscientemente busca a Dios» [13]. Ella que quería contar con sus propias fuerzas preocupada por afirmar su libertad en las opciones de la vida. Al final de su largo camino pudo llegar a una constatación sorprendente: “Sólo el que se une al amor de Cristo llega a ser verdaderamente libre [14].

       

6. Una fe vivida con radicalidad

Con el bautismo toma una resolución: vivir en plenitud la vida cristiana abandonándose a la voluntad de Dios. Se toma la vida cristiana con seriedad, llevará en adelante una vida semirreligiosa, trabajará como profesora en colegios e instituciones religiosas. Y dedicará largo tiempo a la oración personal.

        Edith, al poco de convertirse al catolicismo, abandona su actividad científica, concibe la vida cristiana como relación personal entre Dios y el hombre. Quiere vivir «sólo» para Dios; otra actividad es juzgada como una distracción. Su primer director espiritual y, más tarde, santo Tomás le hacen ver el error de tal consideración. Comprende que Dios se vale de muchos medios en su plan de salvación. Poco a poco la Iglesia como comunidad y lugar de manifestación del amor divino, entra en su horizonte [15].

        Edith desea consagrarse a Dios en la vida religiosa, pero le aconsejan que espere, en atención a su madre judía ya que sería un golpe demasiado duro para ella, además debe dejar tiempo para que su fe cristiana se consolide y a la vez someter a prueba su vocación religiosa. Y además el «mundo» necesita de su ciencia, de su pedagogía y sobre todo, de su testimonio cristiano. Trabajará durante 8 años como profesora en un instituto que dirigen las Dominicas en Espira. Allá será no sólo la mejor educadora de las alumnas sino también ejercerá una influencia importante en las religiosas y aspirantes.

        Edith descubre el amor y su importancia en la vida cristiana, y obra en consecuencia, aunque tenga que sacrificar su tendencia innata al recogimiento y al silencio. Teresa Renata escribe: “Sólo Dios sabe para cuantos fue ella ayudadora, consejera y guía, y a cuántos alivió en sus necesidades del cuerpo y del espíritu, como ángel de caridad. Siempre tenía tiempo para los demás”. Lobato lo expresa así: “Está cerca de todos porque está lejos de buscarse a sí misma [16]. Este tiempo fue para la nueva convertida tiempo de maduración y de desarrollo de nuevas posibilidades. El jesuita Erich Przywara la anima a que continúe su trayectoria intelectual y prepare trabajos dignos de su talento. La orienta para que estudie santo Tomás y el cardenal Newman convertido como ella al catolicismo. Su contacto con santo Tomás le ayuda a descubrir que es posible cultivar la ciencia como un servicio de Dios. Y desde esa luz nueva decide reprender con seriedad el trabajo científico. Además para su formación tiene una gran importancia el contacto con santo Tomás, pues su ciencia le ayudará a ir profundizando en los misterios de la fe católica.

        En un principio siente desánimo, la vida interior la llena más que la vida científica. Le cuesta mucho asimilar el mundo conceptual de santo Tomás. Fruto de este esfuerzo será la traducción de las "Quaestiones disputatae de veritate", en la que Edith Stein quiso entablar un diálogo entre la fenomenología y la filosofía tomista. En esta traducción brinda al pueblo alemán una traducción muy valiosa en dos volúmenes. Para su vida interior saca importantes aplicaciones prácticas. Llega al convencimiento de que es posible conciliar la vida de la ciencia, el estudio serio con las grandes exigencias de orden cultural. En ocasiones, las verdades que ella descubre en sus trabajos científicos disponen su espíritu para un encuentro más profundo con la verdad total [17].

        Esta traducción la realizará dedicando media hora diaria en medio de su intenso trabajo en el colegio, de su atención a los necesitados y a los que buscan su consejo. Algunos le preguntan cómo puede tener tiempo para todo. En una ocasión escribirá: “Yo no empleo ningún medio especial para alargar el tiempo de trabajo. Hago lo que puedo. Evidentemente la capacidad aumenta cuando las necesidades se multiplican. Si no hay nada urgente, se agota mucho antes. En el cielo, seguro que entienden de economía ... Se trata sólo de tener, ante todo un rinconcito tranquilo, donde poder tratar como si no hubiese nada más, y esto a diario... de que uno se considere total y absolutamente como un instrumento, en especial las fuerzas con las que uno tiene que trabajar. No como algo que necesitamos nosotros, sino Dios en nosotros [18]. Como escribirá W. Herbstrith: “La oración de Edith Stein no era una liberación del propio yo, sino fuente de energía para un desinteresado trabajo profesional al servicio de los hombres [19].

        En la primavera de 1928 el P. Przywara le aconseja que participe en las celebraciones de Semana Santa y Pascua de la abadía benedictina de Beuron. Desde entonces irá regularmente a esta abadía, en especial las fiestas de Navidad y Semana Santa, donde pasará días en silencio y meditación, para así poder calmar su sed de oración.

        En sus estancias en la abadía de Beuron aprenderá a vivir la fe en comunidad, e integrará sus experiencias de fe en la tradición de la liturgia. Ella descubre como muchas de las fiestas litúrgicas cristianas tienen el mismo calendario que las fiestas judías, esto le ayudará a descubrir la riqueza de la oración judía en los salmos.

        La Hna. Plazida OSB, quién conoció a Edith en alguna de sus estancias en Beuron afirmará: “A través del encuentro con el espíritu litúrgico benedictino de Beuron se liberaron y desarrollaron muchas cosas en el interior de Edith Stein, sin las cuales no habría madurado en ella esa maravillosa grandeza y amplitud que constituye el rasgo típico de su carácter [20].

        Para Edith conocer al abad benedictino Raphael Walzer fue una verdadera fortuna. En la infancia ella había perdido a su padre, y ahora, en la segunda infancia espiritual Dios le concede un padre de talla admirable. Para Edith el abad Walzer personificaba plenamente la vida benedictina, era su encarnación viviente. Muy pronto le abrió el alma, le confió sus problemas, y encontró en él un apoyo incondicional. Se compenetraron a fondo. Edith veía en el joven abad, lleno de vida y de equilibrio, un hombre de Dios; para el abad Walzer era ella una de las grandes mujeres del presente a quién él tenía la fortuna de conocer y dirigir en la vida interior. El influjo de Walzer sobre Edith fue muy grande. Nadie tuvo tanta influencia sobre ella, ni la conoció tan profundamente.

        El abad Walzer, más tarde, escribirá una semblanza de ella: “Raramente he encontrado un alma que reuniese en sí tantas cualidades eminentes, y con todo, era la sencillez y la naturalidad personificadas. Permaneció después de su conversión con toda su alma de mujer llena de sentimientos delicados, más bien maternales, sin darse aires de «madre noble». Ambos éramos partidarios de una piedad sin problemas. Ella era sencilla en extremo, alma limpia y transparente, dócil para seguir el soplo de la gracia sin sombra de escrúpulos [21].

        Sobre las estancias de Edith en la abadía de Beuron, el abad Walzer escribirá: “Quería estar ahí, estar con Dios, tener ante sí en cierto modo los grandes misterios, lo que la naturaleza, fuera del recinto sacro, no podía ofrecerle. Yo no creo que necesitara muchos textos escritos para su reflexión y oración, o que pensara discursos espirituales, para los que siempre la llamaban... Como su porte externo casi rígido, así permanecía su interior en la paz de su gozosa y dichosa contemplación de Dios. Conversa agradecida y feliz de estar en la casa de su madre, la Iglesia, reconocía en el coro salmodiante de los monjes... a la gran Iglesia en oración. Conoció en toda su profundidad la recomendación de Cristo: «orad sin interrupción», y así ninguna ceremonia litúrgica le parecía demasiado larga, ningún esfuerzo demasiado grande. Tampoco la sola belleza de la esmerada liturgia era decisiva para su espíritu y su corazón. Ciertamente la forma ocupaba un lugar privilegiado, con su lenguaje, su visión, su creatividad..., pero nada humano podía estorbarla, ni las, en parte, poco afortunadas formas de la iglesia conventual de Beuron, ni otras imperfecciones que de ningún modo se le escapaban. Lo meramente estético... no echó jamás a perder su pensamiento o su oración [22].

 

7. Lucha por la promoción de la mujer en la Iglesia

        El abad Walzer animará a Edith a ocuparse a fondo del tema de la mujer. En este tema ella podía ofrecer una aportación válida. Ella como mujer ha podido desarrollarse humana e intelectualmente, también ha experimentado en su carne la discriminación por el hecho de ser mujer. Sólo cabe recordar que no pudo acceder a una cátedra por el solo hecho de ser mujer. Pero ella vive plenamente la aceptación de su condición femenina, con el deseo profundo de llevarla a la plenitud. Ella siente la fuerza de su condición femenina y su vocación de maternidad ejercida en la enseñanza, en la formación, en el trato delicado con los otros, y en el cultivo de la vida espiritual.

        Edith también conoce muy bien la situación de la mujer en el contexto de la primera mitad del siglo XX, su propia identidad, las presiones que existen para mantenerla en las tareas del hogar. Y el menosprecio de su capacidad intelectual. Cuando, en la primera mitad del siglo XX, los movimientos de liberación de la mujer se hicieron presentes en Alemania, muchos dudaban que la Iglesia católica pudiera ofrecer algo a este movimiento. Ella analiza el porqué de esta desconfianza, y muestra cómo la Iglesia no es inamovible, porque la parte humana de la Iglesia está sujeta al desarrollo, aunque en muchas ocasiones se presente en forma de lucha. Edith considera importante que la Iglesia colabore con el movimiento femenino de liberación de la mujer, pero el movimiento femenino católico debe aportar a su vez su concepción del mundo y la riqueza espiritual que le ofrece la fe.

        La asociación de maestras católicas la invitan para que realice conferencias sobre el tema de la mujer. El jesuita Przywara consigue organizarle un viaje de conferencias por diversos países de Europa. Viajará por Alemania, Austria, Suiza, Francia, en ella se busca la conferenciante especializada que hable de la mujer y su significado en la sociedad. Ella se convierte en la portavoz de los esfuerzos promovidos por las mujeres católicas, dilucida aspectos oscuros y abre caminos nuevos.

        El mensaje que ella expondrá en sus conferencias de 1828-1938, surgirá precisamente de su propia posición de mujer intelectualmente autónoma y profesional. Estas conferencias están recogidas en su libro Die Frau (la mujer) y Frauenbildung und Frauenberufe (Formación y profesiones de la mujer). Ella plantea el tema de la mujer en profundidad, y con métodos adecuados y serios para encontrar una solución. Sus conferencias llegan a la gente, por su sencillez, por la agudeza de sus explicaciones y porqué ella encarna lo que dice. El P. Przywara no duda en afirmar que Edith fue la primera en proporcionar no sólo a las mujeres, sino también a los hombres, sobre todo al clero, una idea objetiva del alma femenina.

        Edith lucha para que le sean reconocidos a la mujer los derechos propios de todo ser humano y los específicos de su feminidad. Defiende el papel de la mujer en todos los ámbitos de la vida cultural y social. Ella no pondrá nunca límites a la actividad profesional de la mujer, pero, para que la mujer desarrolle todas sus capacidades en el ámbito profesional, ha de recibir una adecuada formación intelectual. También se deberá educar la afectividad y la voluntad, para que así su actividad lleve el sello de su feminidad. Ella parte siempre de la igualdad de la mujer y del hombre. Como filósofa estudia en profundidad las características específicas del ser de la mujer, por eso muchos de sus escritos son actuales.

        Edith no siente compasión de sí misma por su condición de mujer ni culpa al hombre de su situación. La visión de Edith Stein de la mujer como del hombre es siempre positiva. En sus conferencias, ella quiere comunicar cómo empezar a vivir de la mano de Dios, ella es una mujer que ha buscado, ha encontrado y vive el gozo de su encuentro con el Creador, y siente cómo todas sus energías han sido unificadas desde su encuentro con Dios. Ella quiere ayudar a los hombres y mujeres para que estén contentos de ser cristianos, y por otro lado, quiere despertar en las mujeres la conciencia de la obra que, como cristianas, les ha sido encomendada en la Iglesia y en la sociedad.

        Edith intentará promover a la intelectual católica como mujer formada científicamente y de pensamiento objetivo. Pide centros católicos para la formación de la mujer, donde haya la bibliografía necesaria, casas de descanso donde la mujer intelectualmente formada pueda encontrar estímulo y contacto con otras mujeres con los mismos ideales; que se animen mutuamente, se apoyen y se ayuden a los jóvenes; que tengan posibilidades de trabajar científicamente y encontrar en este trabajo lo suficiente para vivir.

        Edith denunciará la actitud pasiva de la mujer dentro de la Iglesia. Teresa de Jesús, Catalina de Siena, Brígida de Suecia no son excepciones que confirmen la pasividad de la mujer, ya que su dinamismo brotó de su unión con Jesucristo. El siglo XX exige mucho más a la mujer. Ella invita a las mujeres a colaborar en la acción católica en todos los campos. La Iglesia necesita a la mujer. “La Iglesia nos necesita, es decir el Señor tiene necesidad de nosotras. Todo parece indicar que hoy llama el Señor a un gran número de mujeres para el ejercicio de tareas especiales en su Iglesia [23].

        En sus conferencias dirigidas a las mujeres, tiene siempre presente la idea fundamental: «María es el prototipo del alma femenina», como escribe Teresa Mater Dei: “Al leer sus disertaciones, se tiene la impresión de que sacó sus grandes conocimientos sobre la mujer de su unión con María. Constantemente se esfuerza Edith por orientar la mirada de la mujer hacia su purísimo ideal, hacia María. Todos los problemas femeninos los soluciona Edith estudiando la conducta de María. Hace observar que Cristo dirige la mirada del creyente hacia el Padre del cielo, pero María tiene la misión de llevar los corazones de los hombres hacia su Hijo. Esta misión le ha sido también encomendada también a toda mujer [24].

        Desde su fe y la unión con María, Edith descubre en la Madre de Jesús no sólo el prototipo del alma femenina, sino que es verdaderamente madre. María nos ama y nos conoce, y vela para hacer de cada uno de nosotros aquello que está destinado a ser. La mujer mediante su actitud mariana, participa de la efusión amorosa del Espíritu Santo. Según esto, la trayectoria de la mujer, tal como Edith la ve, va con María hasta a Cristo, y con el Cristo Crucificado hasta la gloria amorosa de Dios, de la cual fluyen para ella todas sus energías maternales y bienhechoras [25].

        María fue para Edith, el modelo de esa mujer fuerte, de esa mujer capaz de asumir en la historia los papeles más imprevisibles y de llevarlos a término con calidad, precisamente porque fue la mujer cuya calidad de vida rebosaba desde lo más profundo de su ser. Como dice Edith Stein: “Todo el pueblo tiene necesidad no sólo de lo que tenemos sino de lo que somos [26].

        Edith realiza el ideal de la mujer a la altura de su tiempo, consigue un nivel filosófico de primer grado. Como dirá Juan Pablo II: "Ella misma será testimonio de esta feminidad socialmente operativa, haciéndose apreciar como investigadora, conferenciante, profesora. Fue estimada como mujer de pensamiento, capaz de utilizar con sabio discernimiento las aportaciones de la filosofía contemporánea para buscar la «plena verdad de las cosas» en el continuo esfuerzo de conjugar las exigencias de la razón y las de la fe [27].

        Todos elogian en sus conferencias su sencillez, su clarividencia y su decisión. Muchos desean que su voz tenga más eco. Por eso le proponen que vuelva a la universidad. Es una tarea que la ilusiona, pero de nuevo experimentará el fracaso: ahora ella como mujer ya puede enseñar en la universidad, pero todos los que pertenecen a la raza judía son excluidos de los lugares oficiales. Acepta un trabajo en el Instituto Superior de Ciencias Pedagógicas de Münster. En este trabajo permanecerá muy poco tiempo, de 1932-1933. Al subir Hitler al poder, pierde su plaza de profesora por ser de raza judía. Ella podría marchar a Sudamérica y continuar su tarea intelectual. Pero cree que ha llegado la hora de ingresar en el Carmelo, hace doce años que lo espera con verdadero anhelo.

        Su conversión al cristianismo se diferencia de muchos otros convertidos, ella no despreció su condición judía, ni rechazó sus raíces culturales y religiosas, sino que la fe cristiana le ayudó a leer más profundamente la historia de su pueblo. Intentó unir su amor al Antiguo Testamento con su amor a Jesús. Solía decir: “No puede Vd. imaginar lo que significa para mí ser hija del pueblo escogido, pertenecer a Cristo no sólo espiritualmente, sino también por los lazos de la sangre. Siempre se sintió una parte más de la familia judía [28].

        En 1933, ante la grave situación que amenazaba a los judíos, ella pide audiencia privada con el Papa pero, al no ser posible, por escrito le pedirá que escriba una encíclica en favor de los judíos perseguidos. Su aportación fue tenida en cuenta para preparar el borrador de una encíclica, que nunca llegó a publicarse. Más tarde, Pío XII tomará algunas de sus ideas en su primera encíclica Summi Pontificatus.

        Cuando en el locutorio del Carmelo de Colonia pedirá el ingreso en la Comunidad, expresará los motivos de su vocación con estas palabras: “No nos puede ayudar la actividad humana sino la Pasión de Cristo. Mi deseo es de participar en ella”. Para Edith la vida religiosa es un martirio incruento para ganar a sus hermanos de raza para Cristo.

 

8. Carmelita Descalza, orante y escritora

       El 14 de octubre de 1933, a la edad de 42 años, ingresa en el Carmelo de Colonia. Por fin se encuentra en el lugar al que pertenece espiritualmente desde hace tiempo. Dijo el abad Walzer: “Ella corrió al Carmelo como un niño que se precipita en brazos de su madre”. Edith está bien segura que su lugar en la Iglesia es el Carmelo. Tiene la profunda convicción de que el Señor le prepara en el Carmelo algo que sólo aquí puede encontrar. Rodeada de sus hermanas y en ambiente de silencio, se siente feliz y privilegiada de gozar de tanta paz y tranquilidad interior. Se le ha concedido la gracia que hace tanto tiempo anhelaba: «Vivir en el santuario más íntimo de la Iglesia».

       Ahora su apostolado es la oración, sobre todo por el pueblo judío y por los que lo persiguen. Pone toda su confianza en Dios, y tiene como a maestro espiritual a san Juan de la Cruz. Con esfuerzo se va adaptando a la vida comunitaria. Ella ha aceptado la vida religiosa como donación y holocausto, no reserva nada para ella, se hace dócil a todo lo que le exigen. Valora profundamente la vida comunitaria, después de unos años en el claustro, escribe: “Uno no puede conocer verdaderamente sus faltas sino viviendo en comunidad. Cuando uno vive solo, se hace ideas falsas sobre sí mismo. Esto constituye ya una inestimable ventaja de la vida conventual [29].

       Para su vida religiosa elegirá el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. «Teresa» en honor a la santa de Ávila, «Benedicta» por su devoción a San Benito, y «de la Cruz» porque bajo la Cruz ha comprendido el destino del pueblo de Dios, y ha entendido que todos aquellos que comprenden lo que es la Cruz de Cristo, deben tomarla sobre sí en nombre de todos.

       El 21 de abril de 1935 hace la profesión temporal por tres años. Con las hermanas de Comunidad renovará los votos el 14 de septiembre, día de la exaltación de la Santa Cruz. En 1937, el mismo día y a la misma hora que Edith con sus hermanas de comunidad hace la renovación de los votos religiosos, muere su madre a quien tanto ama. Al año siguiente hace los votos perpetuos. Al cabo de seis días de su profesión solemne muere su amado profesor Husserl, reconociendo el gran amor de Dios y el perdón de Cristo. Ella considera este acontecimiento como un fabuloso regalo de profesión.

        La vida consagrada ofrece a Edith nuevos horizontes en la contemplación de María. Contempla a María sobre todo en su virginidad. En la Madre de Jesús la virginidad es disponibilidad, sin reservas, a Dios. En la religiosa la virginidad consagrada es renuncia personal y cumplimiento de la voluntad divina. Esta actitud femenina no es represión “es ejercicio supremo de la libertad humana porque es un acto de amor voluntario al Señor”. Cristo elige a una madre-virgen para realizar la Redención. Edith Stein descubre en este gesto de Cristo “que la virginidad libremente elegida y consagrada es amor redentivo para el mundo y expiación supletoria del Crucificado”. María es el modelo de la «sponsa Christi» de la religiosa. Si ella “es el corazón de la Iglesia que llena a los miembros de vida, la religiosa ocupa el mismo puesto y ejerce idéntica función [30].

        La vocación religiosa ha potenciado su conciencia de su pertenencia al pueblo judío. Aunque perseguido, se siente orgullosa de pertenecer al mismo pueblo de Jesús. En el Carmelo escribe a un amigo jesuita: “No puede imaginar lo que significa para mí cuando al entrar en la capilla por la mañana contemplo en el tabernáculo y a María, me digo: ellos eran de nuestra sangre [31]. Ella quiere impregnarse de la espiritualidad que arranca de la Cruz y es capaz de la donación total. “Me dirigí al Redentor y le dije que veía claro cómo su Cruz cargaba ahora sobre las espaldas del pueblo judío”. Ella estará dispuesta a interceder por su pueblo y llevar su parte de cruz por los demás. “El Señor ha aceptado mi vida por muchos. Yo soy una pequeña Ester, pobre e impotente, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo [32].

        El Carmelo ha significado para ella vivir con más radicalidad el Evangelio. Al seguir a Jesús, todo lo ha dejado, profesión, fama, personas amigas, es más, hasta su propia familia, y Edith siempre ha dicho que sí. Este sí incondicional a la divina voluntad es el fundamento de su propia alegría y gratitud. Edith como carmelita ha elegido seguir al Cristo de la Cruz, y porque se siente mediadora de la salvación de su pueblo. Para Edith Stein, oración y sacrificio tienen valor apostólico y eficacia directa; en ellos ve el mejor modo de prolongar la redención de Cristo, pues a través de los mismos es más fácil configurarse con el Redentor. Ella desde su conversión ha buscado el encuentro íntimo con Dios, ha descubierto que: “El camino del sufrimiento es el más cualificado para la unión con el Señor [33]. El que ama de verdad no se detiene ante la perspectiva del sufrimiento: acepta la comunión en el dolor con la persona amada.

        Edith, al ingresar en el Carmelo ha renunciado a la actividad científica. Está convencida que lo único que tiene verdadero valor no es el trabajo humano sino la pasión de Cristo. Pero es en el Carmelo de Colonia, donde más profundiza en la vida intelectual. Intenta elaborar una nueva filosofía, un nuevo sistema de pensamiento, un proyecto ambicioso de filosofía cristiana en el cual resuma lo mejor de su itinerario intelectual. Cuando finaliza el noviciado el Provincial de la Orden, P. Teodoro Rauch, le pide que prepare para su publicación su trabajo de oposiciones a cátedra Acto y potencia. Bajo el influjo de sus nuevas experiencias en el Carmelo rehace totalmente el original y lo titula: Endliches und ewiges Sein (Ser finito y ser eterno). Lo redacta después de dos años de laboriosa actividad, dedicando dos horas diarias al trabajo científico. El fenomenólogo A. Koyré definió esta obra como «su biografía espiritual» [34].

        Además de su trabajo como enfermera, telefonista, escribirá artículos cortos para revistas, por ejemplo, a petición de la Federación Católica de Mujeres. Con ocasión de la fiesta de san Juan de la Cruz, el año 1934 Edith prepara una meditación sobre el amor a la cruz. Su último trabajo en el Carmelo de Colonia, es precisamente un estudio sobre el discernimiento de espíritus según la Regla de san Benito Sancta Discretio, como regalo de santo a su priora María Teresa Renata, que más tarde será su primera biógrafa.

        En su tiempo, muchas religiosas opinaban que el trabajo intelectual no era un trabajo auténtico ni era conforme a la vida de oración. En las órdenes masculinas no existía esta limitación por aceptar los religiosos tareas espirituales o por ser sacerdotes. Había que vencer muchos prejuicios, uno de ellos lo señala el moralista Hans Rotter: “Una elevación de nivel en la formación de la mujer tiene como consecuencia evidente la de una nueva visión en la sociedad. El bajo nivel católico de formación (de la mujer) sólo se podía superar cuando dejasen de equipararse la humildad y la ignorancia. Los períodos de prueba y formación en la vida monástica no pueden tomarse como estados definitivos; hay que tener en cuenta el desarrollo de la persona. También las Ordenes contemplativas tienen que dar a sus miembros la posibilidad de un ambiente que fomente su desarrollo espiritual y cree tareas adecuadas a la formación de la personalidad de cada uno. Lo decisivo en la vida religiosa no es el gusto subjetivo de una vida de «oración», sino la obediencia, es decir, la disponibilidad en orden a las exigencias que pueden presentársele en una Orden a cada uno de sus miembros. También en este campo fue Edith Stein una pionera [35].

        Edith con su existencia deshace la tesis de una dedicación unilateral, en la vida contemplativa a trabajos puramente manuales. Para ella no hay diferencia esencial entre el sencillo trabajo manual y la actividad intelectual. La convivencia con las otras monjas que no tienen su altura intelectual no le supone ninguna humillación, sino un enriquecimiento y una ayuda para avanzar rápidamente en el camino del amor. Ella está profundamente agradecida porque ha encontrado en el Carmelo un hogar. Edith es profundamente sencilla con los sencillos y sabia entre los sabios, ella nunca luce sus conocimientos. Las monjas tampoco hacen referencia a su pasado, algunas lo desconocen. Edith valora el horario monástico que le permite encontrar un equilibrio entre el trabajo intelectual, la vida comunitaria y la vida de oración.

        Ella sabe por experiencia que encontrará el pan de la verdad con el sudor de la frente. A la luz sólo se llega después de muchos esfuerzos. Edith en su trabajo de investigación para el doctorado, se entregó tan intensamente a esta tarea que supuso grandes sufrimientos que no la dejaban descansar ni de día ni de noche. En aquella época perdió el sueño y tardó muchos años hasta que pudo otra vez dormir tranquilamente. Pero también conoció el goce al descubrir la verdad y la seguridad cuando se llega al fundamento. Edith gozaba en la contemplación de la verdad, este goce hacía que estuviese impaciente para encontrarla [36].

        En 1938, ante la persecución cada vez más intensa de que son objeto los judíos, Edith no quiere poner por más tiempo en peligro al Carmelo de Colonia, y se refugia en el Carmelo de Echt en Holanda. En este nuevo Carmelo es acogida con mucho amor. Ella es un ejemplo de observancia de la Regla, y de amor fraterno. Su equilibrio, su bondad, su sonrisa le ganaron el amor de todas las hermanas.

        El misterio de la cruz envolvió poco a poco toda su vida, hasta impulsarla a la entrega suprema. El domingo de Pascua de 1939, pedirá permiso a la Madre Priora para hacer ofrenda de su vida a Dios y evitar una nueva guerra mundial. “Querida Madre, permítame por favor V. R. ofrecerme al Corazón de Jesús como víctima propiciatoria por la paz del mundo, para que el poder del Anticristo se derrumbe y, si fuera posible, sin una nueva guerra mundial, que se pueda instaurar un nuevo orden de cosas. Desearía hacerlo hoy porque ya son las doce; sé que soy una nada, pero Jesús lo quiere y llamará en este día para esto a otros muchos [37].

        El día 9 de junio de este mismo año, previendo su próxima muerte, al final de unos ejercicios redacta su testamento: “[…] Desde ahora acepto con alegría la muerte que Dios ha elegido, con total sumisión a su santísima voluntad. Pido al Señor que acepte mi vida y también mi muerte en su honor y gloria; por las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús y de María; por la Santa Iglesia y, especialmente, por el mantenimiento, santificación y perfección de nuestra Santa Orden, en particular los conventos de Carmelitas de Colonia y Echt; en expiación por la falta de fe del pueblo judío y para que el Señor sea acogido entre los suyos; para que venga a nosotros su Reino de Gloria, por la salvación de Alemania y la paz del mundo. Finalmente, para que todos mis seres queridos, vivos y difuntos, y por todos aquellos que Dios me ha dado. Que ninguno de ellos tome el camino de la perdición [38].

        Pero la guerra estalla en este mismo año. Ella no deja de confiar en Jesús y cree que su ofrecimiento ha sido acogido por El. Algunos se preguntan si Edith pensó que Dios necesita de los sacrificios de los hombres para reconciliarse con ellos. Edith creyó en el Dios que se ha revelado en Jesús de Nazaret, que el amor de Dios es amor que se da, amor que muere para facilitar la vida a los demás. Ella quiso participar en la vida y en la muerte de Cristo [39].

        Edith utilizará su talento como un servicio a sus hermanas de comunidad para ayudarlas a vivir con intensidad la propia vocación. En cada una de sus palabras está su vida del todo entregada a Dios. En una ocasión, dio una conferencia a sus hermanas de comunidad sobre san Juan de la Cruz y su unión con Dios. Las monjas dieron este testimonio: "habló con una tranquilidad tal y un conocimiento que nos impresionó profundamente, porqué se veía que eran cosas que ella vivía [40]. También con motivo de la profesión temporal de una hermana le escribirá una reflexión sobre los votos religiosos.

        Cada año el día 14 de septiembre en la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz, las carmelitas renuevan sus votos. Era costumbre en este Carmelo, que la priora en este día leyera una breve reflexión. Ahora encarga a Edith que la escriba. Ella lo realizará con gozo, todos los años de su permanencia en el Carmelo de Echt. Son reflexiones profundas, de una persona que vive a fondo la vida religiosa y anima a vivirla a sus hermanas, sobre todo en aquellos momentos tan trágicos de la II Guerra Mundial [41].

        Uno de estos escritos es la lectura de su fiesta, el 9 de agosto, que se encuentra en la Liturgia de las Horas propio de los Carmelitas: “¡Bendita seas, Cruz, esperanza única! De esta manera nos invita la Iglesia a implorar, en el tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo […]. El mundo está en llamas; el combate entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente. Si tu te decides por Cristo, te puede costar la vida; reflexiona por eso muy bien sobre aquello que prometes. La profesión y la renovación de los votos es algo terriblemente serio. […] El Salvador cuelga en la Cruz, delante de ti, por haber sido obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. Él vino al mundo no para hacer su voluntad sino la voluntad del Padre. Si tu también quieres ser la prometida del Crucificado, tienes que negar incondicionalmente tu propia voluntad y no tener ningún otro anhelo, sino el cumplir la voluntad del Padre. […] El mundo está en llamas. El incendio puede hacer presa también en nuestra casa; pero en lo alto, por encima de todas las llamas, se elevará la Cruz. Ellas no pueden destruirla. Ella es el camino de la tierra al cielo y quien la abraza creyente, amante, esperanzado, se eleva hasta el seno mismo de la Trinidad. ¡El mundo está en llamas! ¿Te apremia extinguirlas? Contempla la cruz. Desde el corazón abierto brota la sangre del Salvador. Ella apaga las llamas del infierno. Libera tu corazón por el fiel cumplimiento de tus votos y entonces se derramará en él el caudal del Amor divino hasta inundar todos los confines de la tierra. ¿Oyes los gemidos de los heridos en los campos de batalla […] Tu no eres médico, ni tampoco enfermera, ni puedes vendar sus heridas. Tu estás recogida en tu celda y no puedes acudir a ellos. Oyes el grito agónico de los moribundos y quisieras ser sacerdote y estar a su lado. Te conmueve la aflicción de las viudas y de los huérfanos y tu querrías ser el Ángel de la Consolación y ayudarles. Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre preciosa la que se derrama. Unida a él, eres como el omnipresente. Tú no puedes ayudar aquí o allí como el médico, la enfermera o el sacerdote; pero con la fuerza de la Cruz puedes estar en todos los frentes, en todos los lugares de aflicción. Tu Amor misericordioso, Amor del corazón divino, te lleva a todas partes donde se derrama su sangre preciosa, suavizante, santificante, salvadora. Los ojos del Crucificado te contemplan interrogantes, examinadores. ¿Quieres cerrar nuevamente tu alianza con el Crucificado? ¿Qué le responderás? «¿Señor, a dónde iremos? Sólo tu tienes palabras de vida eterna» ¡¡¡Ave Crux, spes única!!! [42].

        El año 1940 es elegida como nueva priora la Hna. Antonia. Ésta no quiere que se desaprovechen las dotes de Edith Stein, y le pide que prepare un ensayo sobre la doctrina de san Juan de la Cruz, para la celebración del IV centenario de su nacimiento. Edith elige como tema: “La ciencia de la Cruz en San Juan de la Cruz”. Este había sido su tema de meditación en sus ejercicios para la toma de hábito, y sigue siendo su tema constante de meditación: descubrir una luz, en la cruz que ha caído sobre su pueblo.

        La priora la libera de toda carga doméstica en todo lo que le es posible, pero Teresa Benedicta ha de cuidar de dar clases de latín a las postulantes. Este nuevo encargo es un gozo para Edith. A ella le gusta que le hagan estos encargos, como dirá a una dominica: “Está bien que me haga preguntas, sólo pienso cuando me asignan tarea. Si no el cerebro normalmente reposa tranquilo. Pero me alegro de que se ponga en marcha y de que aún pueda ser útil a alguien.” También escribe: “Yo doy gracias por hacer algo nuevo antes que se enmohezca totalmente el cerebro [43].

        Escribir el ensayo citado es para Edith una gracia, pues le permite estar todo el día en contacto con san Juan de la Cruz, el mejor de sus maestros. Este contacto le ayudará a prepararse con toda conciencia desde la fe, el amor y la esperanza para el martirio, porque la cruz es camino de la luz y la muerte de la resurrección, no sólo para ella sino para todo su pueblo.

        En el año 1941 los alemanes han invadido Holanda, se inicia la deportación en masa de los judíos, y teme la expulsión de la clausura. Se inician los trámites para trasladar a Edith y a su hermana Rosa a un Carmelo de Suiza, pero los permisos no llegaran a tiempo. En su interior Edith sufre pero no se desespera; sigue anclada en el principio que hasta ahora ha mantenido viva y segura su fe: “No se haga mi voluntad sino la tuya” y comenta T. Renata: “Con esta disposición entra sor Benedicta en la última fase de su vida [44].

        El estudio de san Juan de la Cruz la atrae y la llena de tal manera, que en abril de 1942 escribe: “Abandonemos todos llenos de confianza a la Providencia y dediquémonos tranquilamente a nuestros deberes [45] Pero ella escribe a marchas forzadas como si presintiese que le falta tiempo. Edith aprovecha cada minuto libre hasta extenuarse a fin de concluir su obra La Ciencia de la Cruz.

 

9. Prisión y muerte en un campo de concentración

       No ha terminado este estudio, cuando la GESTAPO, en su busca llega al Carmelo de Echt, para internarla a ella y a su hermana Rosa en un campo de concentración. Era el 2 de agosto de 1942. Edith es consciente de su destino, y lo acepta como venido de las manos de Dios. Pocos días antes de su deportación, a quienes se ofrecen para salvarle la vida, les dirá: “¡No hagáis nada! ¿Por qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda destruida [46]. Había escrito tres años antes: “Desde ahora acepto la muerte que Dios me ha destinado con total sumisión a su santísima voluntad y con alegría”. Ella ve con claridad que Dios ha aceptado la ofrenda que ella había hecho de su vida. Al ser detenidas dirá a su hermana: “Vamos a morir por nuestro pueblo”.

       Edith y su hermana son conducidas al campo de concentración de Westerbork. Edith ni en medio del terror no dejará de ser un ángel de paz. Muchas madres aterradas se habían vuelto apáticas, incapaces de cuidar de sus hijos. Edith se hace cargo de sus hijos, los limpia, los alimenta y les da el calor de su amor. Edith no deja de ser consuelo para todos. Pero por encima de todo ora, y ofrece su sufrimiento por la conversión de su pueblo, de los no creyentes, por sus perseguidores, por todos los que han abandonado a Dios.

       Edith envía un telegrama a la su priora de Echt antes de ser evacuada a Auschwitz, contiene este mensaje: “No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la Cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho en el fondo de mi corazón: Salve, oh Cruz, mi única esperanza [47].

       Es trasladada al campo de concentración de Auschwitz, donde muere en las cámaras de gas, probablemente el día 9 de agosto de 1942. La muerte es la puerta de entrada en la Iglesia celestial, desde donde intercede por aquellos que buscan la Verdad y no descansan hasta encontrarla.

 

10. Proyección eclesial de su vida y su martirio

        Su existencia es una secuencia de proyectos que acaban en el fracaso. Cuando está a punto de conseguirlo, todo se derrumba y de nuevo debe volver a empezar desde cero. En su interior hay una fortaleza indomable que renace constantemente. En el exterior todo son dificultades, tiene que luchar contra el ambiente familiar por haberse convertido al cristianismo, contra la situación social de la mujer que le impide acceder a una cátedra, contra las disposiciones oficiales del gobierno que le quitan toda posibilidad de trabajar por su condición de judía. Cuando vive gozosamente en la vida contemplativa, el Señor le hace ver que, para mantenerse fiel a sí misma, de nuevo debe aceptar el fracaso, el hundimiento y el martirio. Su fidelidad y su martirio no quedan infecundos, sino que darán mucho fruto (Cf. Jn 12,24).

       La vida y la muerte de Edith son señales que nos revelan la victoria del amor de Dios sobre las tinieblas de la culpa humana. Ella había luchado por la dignidad de la persona humana, para establecer relaciones con Dios y entre los hombres. Su muerte es escarnio a todo aquello por lo que ella ha luchado. Pero después de la II Guerra Mundial, ante la brutalidad con que había sido pisoteada la dignidad humana, son proclamados los Derechos del Hombre.

       Edith buscadora innata de la Verdad, afirmó que la misericordia de Dios no estaba cerrada a los límites de la Iglesia visible, porque todo el que busca la verdad, busca a Dios, sea consciente o no. En el Vaticano II, se afirma que la Iglesia es el sacramento universal de salvación.

       Ella había pedido al Papa que publicase una encíclica en favor del pueblo judío. Y el Concilio Vaticano II proclamará solemnemente aquello que ella vivió y defendió. El pueblo judío dejará de ser considerado el pueblo que mató a Jesucristo, para ser considerado el hermano mayor en la fe, porque la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la revelación del pueblo de Israel escogido y amado de Dios.

       Edith con toda conciencia rezará y se ofrecerá por su pueblo. Algunos dirigentes judíos rompieron la Alianza al condenar a muerte a Jesús, el hombre inocente por excelencia. Después de ello parece como si se cumplieran las maldiciones inscritas en la Ley, “Yahveh te dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra […] No hallarás sosiego en aquellas naciones ni habrá descanso para la planta de tus pies” (Dt 28, 64-65), y durante siglos el pueblo judío vivido en el exilio, perseguido en muchas partes. Después de la II Guerra Mundial el pueblo judío podrá regresar a Israel, y será reconocido este país como nación independiente.

       Ella consideraba Alemania como su patria, había orado por el pueblo alemán. Éste con la derrota, sufrió en parte lo que había hecho sufrir a otras naciones. La limosna en la tradición del pueblo judío y cristiano es considerada un medio para reparar los pecados. Alemania es una de las naciones que da más donativos para el desarrollo del tercer mundo y para la Iglesia necesitada.

       Edith había luchado por los derechos de la mujer en la sociedad. Muchos de los objetivos por los cuales había luchado hoy en algunos países están plenamente asumidos. La mujer tiene acceso a las cátedras en la universidad. En la universidad de muchos países, entre ellos España, estudian muchas más mujeres que hombres.

       Ella defendió el papel de la mujer en la Iglesia. Si la Iglesia quiere responder a la urgencias de la formación de la mujer, tendrá que colaborar con el movimiento femenino de liberación de la mujer, pero “el movimiento femenino católico debe situarse en su propio terreno: el terreno de la fe, una concepción católica del mundo hasta las últimas consecuencias [48]. Este deseo se ha hecho realidad con la participación de la Santa Sede en la conferencia mundial sobre la mujer celebrada en Pequín. Pero es necesario seguir trabajando en este campo.

       En la carta apostólica Vita Consecrata, Juan Pablo II defenderá que las religiosas no deben tener una formación inferior a los religiosos, y además el Papa pide que la mujer aporte su reflexión intelectual a la fe. Hace falta todavía mucho camino por recorrer, para que lo escrito se haga realidad, aspecto que hace ya más de sesenta años Edith realizó en su convento. Que su intercesión nos ayude a que ello sea una realidad en cada Carmelo, en cada comunidad monástica o religiosa y en cada mujer de la comunidad eclesial.

       La Iglesia ha reconocido en Edith Stein una mártir de la fe, Juan Pablo II la beatificó en Colonia el 1 de mayo de 1987, en la homilía de su beatificación el Papa dirá: “Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, la hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy, pero que hombres y mujeres con sentido de responsabilidad se han esforzado y se siguen esforzando por curar; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho «hasta que encontró descanso en Dios». […] Edith es un regalo de Dios, una llamada y una promesa para nuestra época ¡Sea ella ante Dios intercesora nuestra, de nuestro pueblo y de todos los pueblos! [49].

        Juan Pablo II la canonizó en Roma, el 11 de octubre de 1998. En la homilía de la canonización el Papa dijo: “Hoy se nos presenta a santa Teresa Benedicta de la Cruz como modelo en el que tenemos que inspirarnos y como protectora a la que podemos recurrir. Demos gracias a Dios por este don. Que la nueva santa sea para nosotros un ejemplo en nuestro compromiso al servicio de la libertad y en nuestra búsqueda de la verdad. […] [Ella] nos dice a todos: No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad. […] Que su testimonio sirva para hacer cada vez más sólido el puente de la comprensión recíproca entre los judíos y los cristianos. ¡Tú, santa Teresa Benedicta de la Cruz, ruega por nosotros! [50]

       Al año siguiente, el 1 de octubre de 1999, Edith Stein junto con Brígida de Suecia y Catalina de Siena fue proclamada patrona de Europa. En la carta apostólica en forma de Motu propio para su proclamación como patrona de Europa, Juan Pablo II dirá: “Declarar hoy a Edith Stein copatrona de Europa significa poner en el horizonte del viejo continente una bandera de respeto, de tolerancia y de acogida que invita a hombres y mujeres a comprenderse y a aceptarse, más allá de las diversidades étnicas, culturales y religiosas, para formar una sociedad verdaderamente fraterna.

       Crezca, pues, Europa. Crezca como Europa del espíritu, en la línea de su mejor historia, que precisamente tiene en la santidad su más alta expresión. […] Los europeos están llamados a dejar atrás definitivamente las rivalidades históricas que han convertido frecuentemente su continente en teatro de guerras devastadoras. Al mismo tiempo, deben esforzarse por crear las condiciones de una mayor cohesión y colaboración entre los pueblos. [...] Gloria a la santísima Trinidad, que resplandece de manera singular en su vida y en la de todos los santos. Que la paz esté con los hombres de buena voluntad, en Europa y en el mundo entero [51].

 

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes

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-TERESA MATER DEI, Edith Stein en busca de Dios, Estella, Ed. Verbo Divino 1969.

 

1 Citado por Maria Luisa BREY, Edith Stein, una mujer patrona de Europa, Vida Nueva, 2217 (22-I-2000) 23.

2 Citado por Elizabeth MÜHZEBROCK Edith Stein, judía-filósofa-carmelita y mártir en el Simposio La mujer, nueva realidad. respuestas nuevas, Sevilla 1991, Ed. Narcea, 1993, 323.

3 EDITH STEIN, Selección Espistolar, Madrid, Ed. de Espiritualidad 1976, cta. 8-VIII-1931, 53.

4 EDITH STEIN, Estrellas amarillas. Autobiografía: infancia y juventud, Madrid, Ed. de Espiritualidad 1973, 149.

5 Ibid., 213.

6 Ibid., 217.

7 Christian FELDMANN, Edith Stein judía, filósofa y carmelita, Barcelona, Ed. Herder 1988, 43.

8 Citado por Abelardo LOBATO, La pregunta por la mujer, Salamanca, Ed. Sígueme 1976, 205.

9 Jesús BENÉITEZ Edith Stein, hija espiritual de Santa Teresa, Teresa de Jesús, 91(enero-febrero 1998)18.

10 Elizabeth MÜHZEBROCK, o.c., 323.

11 Ibíd., 323.

12 Citado por Maria Luisa BREY, o.c, 23.

13 JUAN PABLO II, Homilía de la canonización, en L’Osservatore Romano, 42 (16-X-1998) 575-576.

14 Ibid., 576.

15 Ezequiel GARCÍA ROJO Edith Stein o el gozo de la Cruz, Rev. de Espiritualidad, 167 (abril-junio, 1983), 231.

16 Ibid., 230.

17 A. LOBATO, o.c., 207.

18 Citado por Waltraud HERBSTRITH, El verdadero rostro de Edith Stein, Madrid, Ed. Encuentro 1990, 102- 103.

19 Ibíd., 103.

20 Ibíd., 105-106.

21 Citado por A. LOBATO, o.c., 208.

22 Waltraud HERBSTRITH, o.c. 106-107.

23 Citado por A. LOBATO, o.c. 236.

24 TERESA MATER DEI, Edith Stein en busca de Dios, Estella, Ed. Verbo Divino 1969, 135-136.

25 Ibíd., 143-144.

26 Ibíd., 29.

27 JUAN PABLO II, Rezo del Ángelus del 26 de febrero de 1995, Ecclesia 2728(18-3-1995) 27.

28 Luís J. F. FRONTELA Edith Stein Teresa de Jesús, 91(enero -febrero 1998)3.

29 Citado por E. GARCÍA ROJO, o.c., 237.

30 Alfonso APARICIO, Una carmelita llamada Edith Stein. Realidad y misterio de María, Obra Máxima, 734 (febrero

1985) 25.

31 Luís J. F. FRONTELA, o.c., . 3.

32 A. LOBATO, o.c., 209.

33 E. GARCÍA ROJO, o.c., 238-239.

34 Waltraud HERBSTRITH, Edith Stein: Vida, Obra, Mensaje, Revista de Espiritualidad, 183 (1987) 288-289.

35 Ibíd. 297.

36 A. LOBATO, o.c., 211.

37 Citado por Ana-Josefa JIMÉNEZ Destellos en la noche. Edith Stein semblanza biográfica, Madrid, Publicaciones

Claretianas 1990, 76.

38 EDITH STEIN, Los caminos del silencio interior, Madrid, Ed. Espiritualidad 1988, 189.

39 Waltraud HERBSTRITH, “Edith Stein: Vida , Obra , Mensaje” o.c., 298.

40 José Vicente RODRÍGUEZ, “Edith Stein y San Juan de la Cruz”, Teresa de Jesús, 91(enero-febrero 1998) 21.

41 Estos escritos están recopilados en “Los caminos del silencio interior” o.c.

42 Ibid., 105-110.

43 Citado por Waltraud HERBSTRITH, El verdadero rostro de Edith Stein, o.c., 197.

44 E. GARCÍA ROJO, o.c, 240.

45 Ibíd., 240.

46 Citado por JUAN PABLO II Homilía de su canonización, o.c, 575-576.

47 Citado por Eduardo GIL DE MURO, Edith Stein , ahora que son las 12..., Burgos, Monte Carmelo 1987, 250.

48 Citado por Mª Carmen DÍEZ, O.c., 29.

49 JUAN PABLO II, Homilía de la beatificación, en L’Osservatore Romano, 17-V-1987, 12-13, de la versión española.

50 JUAN PABLO II, Homilía de la canonización o.c., 576.

51 JUAN PABLO II, Motu Propio para la proclamación de santa Brígida de Suecia, santa Catalina de Siena y santa Teresa Benedicta de la Cruz, copatronas de Europa, en L’Osservatore Romano, 41 (8-X-1999) 14-16.