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CÁNTICOS BÍBLICOS

El cántico de alabanza que resuena eternamente en las moradas celestiales y que Jesucristo, sumo Sacerdote, introdujo en este destierro ha sido continuado fiel y constantemente por la Iglesia situando a Dios como centro de nuestra vida durante todas las horas del día -Liturgia de las horas- y todos los días del año -Lectio Divina-.

 

Oraciones

Liturgia de las Horas

Lectio Divina

Devocionario

Adoración

Oficio de Lecturas

            01 Acción de Gracias del pueblo salvado.- Is. 12, 1-6

02 Acción de gracias por la liberación del pueblo.- Tb 13, 10-15. 17-19

03 Alabad a mi Dios con tambores.- Jdt. 16, 2-3. 15 -19 

04 Alabad al Señor, todas las naciones.- 1 Timoteo 3, 16

05 Alegría de los humildes en Dios.- Ap. 4, 11; 5,9-10.12

06 Alegría por la Nueva Jerusalén.- Is. 61, 10- 62, 5

07 Angustia y curación del moribundo.- Is. 38,10-14. 17-20 

 08 Bendito eres, Señor.- 1° Cro. 29,10-13

09 Bendito sea Dios.- Tb. 13, 1-10 

10 Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.- Dn. 3, 26-27.29, 34-41

11 Beneficio de Dios para los suyos.- Dt. 32,1-12

12 Buen Pastor es el Dios altísimo.- Is. 40, 10-17

13 Cántico al Dios vencedor y salvador.- Is. 42, 10-16

14 Cántico de María, Alegría del alma en el Señor.- Lucas 1,46-55

15 Cántico de Zacarías, El Mesías y su precursor.- Lc 1, 68-79

16 Cántico al Dios Vencedor y Salvador.- Is. 42, 10-16

17 Cantos de los vencedores.- Ap. 15,3-4

18 Consuelo y gozo para la cuidad santa Is 66, 10-14a

19 Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor.- Dn. 3,57-88. 56

20 Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel.-Lucas 2, 29-32
21 Cristo, siervo de Dios, en su misterio pascual.- Filipenses 2, 5-11
22 Cristo padeció por nosotros.- 1 Pedro 2, 21b-24
23 Cristo, primogénito de la creación.- Col. 1,12-20
24 Dame Señor la sabiduría.- Sb. 9,1-6, 9-11
25 Damos gracias a Dios Padre.- Col. 1, 12-20
Desde lo hondo a tí grito, señor.- Sal. 129
26 Dios Creador del mundo y protector del pueblo.- Jdt. 16, 2-3. 15 –19
27 Dios juzgará con justicia.- Is. 33,13-16
28 El Dios Salvador.- Efesios 1, 3-10
29 El juicio de Dios.- Ap. 11, 17-18;12, 10b-12a
30 El Mesías y su precursor.- Lc 1, 68-79
31 El monte del Señor, cima de los montes.- Is. 2,2-5
32 El plan Divino de la Salvación.- Ef. 1, 3-10
33 El siervo de Dios y su misterio pascual.- Flp. 2,6-11
34 Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria.- Ap. 4, 11; 5,9-10. 12
35 Es verdad: tú eres un Dios escondido.- Is. 45,15-26
36 Escuchad, pueblos, la palabra del Señor.- Jr. 31,10-14
37 Esperanza de Israel en Babilonia.- Tb. 13, 1-10
38 Felicidad del pueblo redimido.- Jr. 31,10-14
39 Grandes y maravillosas son tus obras.- Ap. 15, 3-4
40 Himno a Cristo.- Col. 1, 12-20
41 Himno a Dios creador.- Ap. 4, 11; 5,9-10.12
42 Himno de adoración.- Ap. 15, 3-4
43 Himno de los redimidos.- Ap 4, 11;5,9.10.12

44 Himno después de la victoria.- Ex. 15,1-4. 8-13. 17-18

45 Himno tras la victoria sobre el enemigo.- Is. 26, 1-4. 7-9. 12
46 La creación entera alabe al Señor, Dn 3, 52-57; Is. 42, 10-16
47 Las bodas del Cordero.- Ap. 19,1-7
48 Los pueblos todos se conviertan al Señor.- Is. 45,15-26
49 Mi corazón se regocija por el Señor.- Is 2,1-10
50 Mis ojos se deshacen en lágrimas.- Jr. 14,17-21
Misericordia, Dios mío, por tu bondad (Salmo 50)
51 Os recogeré de entre las naciones.- Ez. 36, 24-28
52 Plan Divino de Salvación, Ef. 1,3-10
53 Primado Universal de Cristo.- Col. 1,12-20
54 Sálvanos, Dios del universo Sir. 36,1-7.13-16
55 ¡Señor, he oído Tu fama!.- Ha. 3, 2-4. 13a. 15-19
56 Solo a Dios Honor y Gloria.- 1Cro. 29,10-13
57 Súplica por la cuidad de Dios.- Sir. 36,1-7.13-16
58 Te doy, gracias, Señor.- Is. 12,1-6
59 Toda la creación alabe al Señor.- Dn  3, 57-88. 56

 

 

 

 

Acción de Gracias del pueblo salvado (Is. 12, 1-6)

 

Te doy, gracias, Señor,

porque estabas airado contra mí,

pero ha cesado tu ira

y me has consolado.

 

confiaré y no temeré,

porque mi fuerza y mi poder es el Señor,

él fue mi salvación.

Y sacaréis aguas con gozo

de las fuentes de salvación.

 

Aquel día, diréis:

Dad gracias al Señor,

invocad su nombre,

contad a los pueblos sus hazañas,

proclamad que su nombre es excelso.

 

Tañed para el Señor, que hizo proezas;

anunciadlas a toda la tierra;

gritad jubilosos, habitantes de Sión:

“¡Qué grande es en medio de ti

el Santo de Israel!”

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Él es mí Dios salvador.

 

 

Acción de gracias por la liberación del pueblo (Tb 13, 10-15. 17-19)

 

El pueblo de Dios desterrado en Babilonia, como nosotros hoy hostigados por múltiples males, nos alegramos en la certeza del favor de Dios que un día prevalecerá para nuestro consuelo.

 

Bendito eres Señor Dios de nuestros padres:
a ti gloria ya alabanza por los siglos.


Anuncien todos los pueblos sus maravillas

y alábenle sus elegidos en Jerusalén,

la ciudad del santo;

por las obras de tus hijos te azotará,
pero de nuevo se compadecerá

de los hijos de los justos.

 

Confiesa dignamente al Señor
y bendice al Rey de los siglos
para que de nuevo sea en ti

Edificado su tabernáculo con alegría,

Para que alegre en ti a los cautivos

y muestre en ti su amor hacia los desdichados,

por todas los generaciones y generaciones.


Brillarás cual luz de lámpara

Y todos los confines de la tierra vendrán a ti.

Pueblos numerosos vendrán de lejos
al  nombre del  Señor, nuestro Dios,

trayendo ofrendas en sus manos,
ofrendas para el rey del cielo.


Las generaciones de las generaciones
exultarán en ti.

Y benditos para siempre todos los que te aman.

Alégrate y salta de gozo por los hijos de los justos,
que serán congregados,

y al Señor de los justos bendecirán.

 

Dichosos los que te aman;

en tu paz se alegrarán.

Dichosos cuantos se entristecieron por tus azotes,

pues en ti se alegrarán

contemplando toda tu gloria,
y se regocijarán para siempre.

 

Bendice, alma mía, a Dios, rey grande,
porque Jerusalén con zafiros y esmeraldas

será reedificada,
con piedras preciosas sus muros
y con oro puro sus torres y sus almenas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Alabad a mi Dios con tambores (Jdt. 16, 2-3. 15 -19) 

¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.
Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.
Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.
Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tus presencias se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

Amen

 

Alabad al Señor, todas las naciones (1 Timoteo 3, 16)

 

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados, subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado

 

 

Alegría de los humildes en Dios (Ap. 4, 11; 5,9-10.12)

 

Los humildes que aceptaron anonadarse con Cristo, tienen su consistencia en el Señor.

 

Mi corazón se regocija por el Señor,

mi poder se exalta por Dios;

mi boca se ríe de mis enemigos,

porque gozo con tu salvación.

No hay santo como el Señor,

no hay roca como nuestro Dios.

 

No multipliquéis discursos altivos,

no echéis por la boca arrogancias,

porque el Señor es un Dios que sabe;

él es quién pesa las acciones.

 

Se rompen los arcos de los valientes,

mientras los cobardes se ciñen de valor;

los hartos se contratan por el pan,

mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;

la mujer estéril da a luz siete hijos,

mientras que la madre de muchos se marchita.

 

El Señor da la muerte y la vida,

hunde en el abismo y levanta;

da la pobreza y la riqueza,

humilla y enaltece.

 

Él levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre,

para hacer que se siente entre príncipes

y que herede un trono de gloria;

pues del Señor son los pilares de la tierra,

y sobre ellos afirmó el orbe.

 

El guarda los pasos de sus amigos,

mientras los malvados perecen en las tinieblas,

porque el hombre no triunfa por su fuerza.

 

El Señor desbarata a sus contrarios,

el Altísimo truena desde el cielo,

el Señor juzga hasta el confín de la tierra.

Él da fuerza a su Rey,

exalta el poder de su Ungido.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Alegría por la Nueva Jerusalén (Is. 61, 10- 62, 5)

 

El gozo de palpar en nuestra propia persona la virtud divina, nos estimule a proclamar su magnificencia.

 

Desbordo de gozo en el Señor,

y me alegro con mi Dios:

porque me ha vestido un traje de gala

y me ha envuelto en un manto de triunfo,

como a un novio que se pone la corona,

o a una novia que se adorna con sus joyas.

 

Como el suelo echa sus brotes,

como un jardín hace brotar sus semillas,

así el Señor hará justicia

ante todos los pueblos.

 

Por amor de Sión no callaré,

por amor de Jerusalén no descansaré,

hasta que despunte la aurora de su justicia

y su salvación llamee cono antorcha.

 

Los pueblos verán tu justicia,

y los reyes, tu gloria;

te pondrán un nombre nuevo

pronunciado por la boca del Señor.

 

Serás corona fúlgida en la mano del Señor

y diadema real en la palma de tu Dios.

 

Ya no te llamarán “abandonada”;

ni a tu tierra, “Devastada”;

a ti te llamarán “Mi favorita”,

y a tu tierra, “Desposada”,

porque el Señor te prefiere a ti,

y tu tierra tendrá marido.

 

Como un joven se casa con su novia,

así te desposa el que te construyó;

la alegría que encuentra el marido con su esposa,

la encontrará tu Dios contigo.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Angustia y curación del moribundo (Is. 38,10-14. 17-20)

 

El poder avasallador de la malignidad suscita el clamor del hombre desde el sheol, desde el abismo. Es también la oración del crucificado que resucitó de la muerte.

 

Yo  pensé: “En medio de mis días

tengo que marchar hacia las puertas del abismo;

me privan del resto de mis años.”

 

Yo pensé: “Ya no veré más al Señor

en la tierra de los vivos,

ya no miraré a los hombres

entre los habitantes del mundo.

 

Levantan y enrollan  mi vida,

como una tienda de pastores

Como un tejedor devanaba yo mi vida

y me cortan la trama.”

 

Día y noche me estas acabando,

sollozo hasta el amanecer.

Me quiebran los huesos como un león,

día y noche me estas acabando.

 

Estoy piando como una golondrina,

gimo como una paloma.

Mis ojos mirando al cielo se consumen:

Señor, que me oprimen, sal fiador por mí.

 

Me has curado, me has hecho revivir,

la amargura se me volvió paz

cuando tuviste mi alma ante la tumba vacía

y volviste  la espalda a todos mis pecados.

 

El abismo no te da gracias,

ni la muerte te alaba,

ni esperan en tu fidelidad

los que bajan a la fosa.

 

Los vivos, los vivos son quienes de alaba:

como yo ahora.

El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

 

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas

todos nuestros días en la casa del Señor.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Bendito eres, Señor (1° Cro. 29,10-13)

 

Bendito eres, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
por los siglos de los siglos.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,
la gloria, el esplendor, la majestad,
porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,
tú eres rey y soberano de todo.
De ti viene la riqueza y la gloria,
tú eres Señor del universo,
en tu mano está el poder y la fuerza,
tú engrandeces y confortas a todos.
Por eso, Dios nuestro,
nosotros te damos gracias,
alabando tu nombre glorioso.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Bendito sea Dios (Tb. 13, 1-10)


Bendito sea Dios, que vive eternamente,
y cuyo reino dura por los siglos:
él azota y se compadece,
hunde hasta el abismo y saca de él,
y no hay quien escape de su mano.

Dadle gracias, israelitas, antes los gentiles,
porque él nos dispersó entre ellos.
Proclamad allí su grandeza,
ensalzadlo ante todos los vivientes:
que él es nuestro Dios y Señor,
nuestro Padre por todos los siglos.

Él nos azota por nuestros delitos,
pero se compadecerá de nuevo,
y os congregará de entre todas las naciones
por donde estáis dispersados.

Si volvéis a él de todo corazón
y con toda el alma,
siendo sinceros con él,
él volverá a vosotros
y no os ocultará su rostro.

Veréis lo que hará con vosotros,
le daréis gracias a boca llena,
bendeciréis al Señor de la justicia
y ensalzaréis al rey de los siglos.

Yo le doy gracias en mi cautiverio,
anuncio su grandeza y su poder
a un pueblo pecador.

Convertíos pecadores,
orad rectamente en su presencia:
quizás os mostrará benevolencia
y tendrá compasión.

Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo,
y me alegraré de su grandeza.
Anuncien todos los pueblos sus maravillas 
y alábenle sus elegidos en Jerusalén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres (Dn. 3, 26-27.29, 34-41)

 

Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres,

digno de alabanza y glorioso es tu nombre.

 

Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros

y todas tus obras son verdad,

y rectos tus caminos,

justos todos tus juicios.

 

Hemos pecado y cometido iniquidad

apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.

Por el honor de tu nombre,

no nos desampares para siempre,

no rompas tu alianza,

no apartes de nosotros tu misericordia.

 

Por Abraham, tu amigo,

por Isaac, tu siervo,

por Israel, tu consagrado,

a quienes prometiste

multiplicar su descendencia

como las estrellas del cielo,

como la arena de las playas marinas.

 

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño

de todos los pueblos;

hoy estamos humillados por toda la tierra

a causa de nuestros pecados.

 

En este momento no tenemos príncipes,

ni profetas, ni jefes;

ni holocausto, ni sacrificios,

ni ofrendas, ni incienso;

ni un sitio donde ofrecerte primicias,

para alcanzar misericordia.

 

Por eso, acepta nuestro corazón contrito,

y nuestro espíritu humilde,

como un holocausto de carneros y toros

o una multitud de corderos cebados;

 

que éste sea hoy nuestro sacrificio,

y que sea agradable en tu presencia:

porque los que en confía

no quedan defraudados.

 

Ahora te seguimos de todo corazón,

te respetamos y buscamos tu rostro.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al espíritu Santo.

 

 

Beneficio de Dios para los suyos (Dt. 32,1-12)

 

Escuchad, cielos, y hablaré;

oye, tierra, los dichos de mi boca;

descienda como lluvia mi doctrina,

destile como rocío mi palabra;

como llovizna sobre la hierba,

como sereno sobre el césped;

voy a proclamar el nombre del Señor:

dad gloria a nuestro Dios.

 

Él es la Roca, sus obras son perfectas,

sus caminos son justos,

es un Dios fiel, sin maldad;

es justo y recto.

 

Hijos degenerados, se portaron mal con él,

generación malvada y pervertida.

¿Así le pagas al Señor,

pueblo necio e insensato?

¿no es él tu padre y tu creador,

el que te hizo y te constituyó?

 

Acuérdate de los días remotos,

considera las edades pretéritas,

pregunta a tu padre y te lo contará,

a tus ancianos y te lo dirán:

 

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,

y distribuía a los hijos de Adán,

trazando las fronteras de las naciones,

según el número de los hijos de Dios,

la porción del Señor fue su pueblo,

Jacob fue la parte de su heredad.

 

Lo encontró en una tierra desierta,

en una soledad poblada de aullidos:

lo rodeó cuidando de él,

lo guardó como a las niñas de sus ojos.

Como el águila incita a su nidada,

revolando sobre los polluelos,

así extendió sus alas, los tomó

y los llevó sobre sus plumas.

 

El Señor solo los condujo

no hubo dioses extraños con él.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Buen Pastor es el Dios altísimo (Is. 40, 10-17)

 

Mirad, el Señor Dios llega con poder,

y su brazo manda.

Mirad, viene con él su salario

y su recompensa lo precede.

 

Como un pastor que apacienta el rebaño,

su brazo lo reúne,

toma en brazos los corderos

y hace recostar a las madres.

 

¿Quién ha medido a puñados el mar

o mensurado a palmos el cielo,

o a cuartillos el polvo de la tierra?

 

¡Quién ha pesado en la balanza los montes

y en la báscula las colinas?

¿Quién ha medido el aliento del Señor?

¿Quién le ha sugerido su proyecto?

 

¿Con quién se aconsejó para entenderlo,

para que le enseñara el camino exacto,

para que le enseñara el saber

y le sugiriese el método inteligente?

 

Mirad, las naciones son gotas de un cubo

y valen lo que el polvillo de balanza.

Mirad, las islas pesan lo que un grano,

el Líbano no basta para leña,

sus fieras no bastan para el holocausto.

 

En su presencia, las naciones todas,

como si no existieran,

son ante él como nada y vacío.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

 

 

Cántico al Dios vencedor y salvador (Is. 42, 10-16)

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;

muja el mar y lo que contiene,

las islas y sus habitantes;

 

alégrese el desierto con sus tiendas,

los cercados que habita Cadar,

exulten los habitantes de Petra,

clamen desde la cumbre de las montañas;

den gloria al Señor,

anuncien su alabanza en las islas.

 

El Señor sale como un héroe,

excita su ardor como un guerrero,

lanza el alarido,

mostrándose valiente frente al enemigo.

 

“Desde antiguo guardé silencio, me callaba y aguantaba;

mas ahora grito como la mujer cuando da a luz,

jadeo y resuello.

 

Agostaré montes y collados,

secaré toda su hierba,

convertiré los ríos en yermo,

desecaré los estanques;

conduciré a los ciegos

por el camino que no conocen,

los guiaré por senderos que ignoran.

Ante ellos convertiré la tiniebla en luz,

lo escabroso en llano.”

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Cántico de María, Alegría del alma en el Señor (Lucas 1,46-55)

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

Por los siglos de los siglos.

 

Amén.

 

 

Cántico de Zacarías, El Mesías y su precursor (Lc 1, 68-79)

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había prometido desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados. 
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas,
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. 
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

Por los siglos de los siglos. 

Amén

 

 

Cántico al Dios Vencedor y Salvador (Is. 42, 10-16)

 

Los desterrados en Babilonia y los sufrientes de hoy tienen en este cántico la mejor expresión para su fe y su alabanza.

 

Cantad al Señor un cántico nuevo,

llegue su alabanza hasta el confín de la tierra;

muja el mar y lo que contiene,

las islas y sus habitantes;

 

alégrese el desierto con sus tiendas,

los cercados que habita Cadar,

exulten los habitantes de Petra,

clamen desde la cumbre de las montañas;

den gloria al Señor,

anuncien su alabanza en las islas.

 

El Señor sale como un héroe,

excita su ardor como un guerrero,

lanza el alarido,

mostrándose valiente frente al enemigo.

 

“Desde antiguo guardé silencio, me callaba y aguantaba;

mas ahora grito como la mujer cuando da a luz,

jadeo y resuello.

 

Agostaré montes y collados,

secaré toda su hierba,

convertiré los ríos en yermo,

desecaré los estanques;

conduciré a los ciegos

por el camino que no conocen,

los guiaré por senderos que ignoran.

Ante ellos convertiré la tiniebla en luz,

lo escabroso en llano.”

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Cantos de los vencedores (Ap. 15,3-4)

 

Al final, Dios habrá de ser atestiguado por todas las naciones como el único y el verdadero.

 

Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor, Dios omnipotente,

justos y verdaderos tus caminos,

¡oh rey de los siglos!

 

¿Quién no temerá Señor,

y glorificará tu nombre?

Porque tú solo eres santo,

porque vendrán todas las naciones

y se postrarán en tu acatamiento,

porque tus juicios se hicieron manifiesto.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Consuelo y gozo para la cuidad santa (Is 66, 10-14a)

 

En la esperanza ya estamos salvados. Desde ya el pueblo de Dios vive anticipadamente, de los bienes y de la esperanza de la Jerusalén de Dios.

 

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis,

alegraos de su alegría,

los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados

y os saciaréis de sus consuelos

y apuraréis las delicias
de sus pechos abundantes.


Porque así dice el Señor:

"Yo haré derivar hacia ella

como un río la paz,
como un torrente en crecida,

las riquezas de las naciones.


Llevarán en brazos a sus criaturas

y sobre las rodillas las acariciarán;

como a un niño a quién su madre consuela,
así os consolaré yo

y en Jerusalén seréis consolados.

 

Al verlo se alegrará vuestro corazón

y vuestros huesos florecerán como un prado".

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor (Dn. 3,57-88. 56)


Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Angeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieve, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzadlo, por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel (Lucas 2, 29-32)

 

Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

 

 

Cristo, siervo de Dios, en su misterio pascual (Filipenses 2, 5-11)

 

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre";
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

 

Cristo padeció por nosotros, (1 Pedro 2, 21b-24)

 

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando lo insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados, subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado

 

Cristo, primogénito de la creación (Col. 1,12-20)

 

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

 

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

 

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda criatura;

pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,

tronos, dominaciones, principados, y potestades;

todo fue creado por él y para él.

 

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza y el cuerpo de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

 

Por que en él quiso Dios que residiera toda plenitud.

Y Por él quiso reconciliar todas las cosas:

haciendo la paz por la sangre de su cruz

con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Dame Señor la sabiduría (Sb. 9,1-6, 9-11)

 

Dios de los padres y Señor de la misericordia,

que con tu palabra hiciste todas las cosas,

y en tu sabiduría formaste al hombre,

para que dominase sobre tus creaturas,

y para que rigiese el mundo con santidad y justicia

y lo gobernase con rectitud de corazón.

 

Dame la sabiduría asistente de tu trono

y no me excluyas del número de tus siervos,

porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,

hombre débil y de pocos años,

demasiado pequeño para conocer el juicio  y las leyes.

 

Pues aunque uno sea perfecto

entre los hijos de los hombres,

sin la sabiduría, que procede de ti,

será estimado en nada.

 

Contigo está la sabiduría conocedora de sus obras,

que te asistió cuando hacías el mundo,

y que sabe lo que es grato a tus ojos

y lo que es recto según tus preceptos.

 

Mándala de tus santos cielos

y de tu trono de gloria envíala

para que me asista en mis trabajos

y venga yo a saber lo que te es grato.

 

Porque ella conoce y entiende todas las cosas,

y me guiará prudentemente en mis obras,

y me guardará en su esplendor.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Damos gracias a Dios Padre (Col. 1, 12-20)

 

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles.
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio,
el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso Dios que reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así el cielo como de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR (Sal. 129)

 

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

Dios Creador del mundo y protector del pueblo (Jdt. 16, 2-3. 15 –19)

 

Podemos cantar nuestra gratitud y fortaleza en Dios uniéndonos a Judit, victoriosa sobre Holofernes. Su poder está verdaderamente por encima de todos.

 

¡Alabad al Señor con tambores,

elevad cantos al Señor con cítaras,

ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,

ensalzad e invocad su nombre

porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,

su nombre es el Señor.

 

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:

Señor tú eres grande y glorioso,

admirable en tu fuerza, invencible.

 

Que te sirva toda la creación,

porque tú lo mandaste y existió;

enviaste tu aliento y la construiste,

nada puede resistir a tu voz.

 

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,

las peñas en tus presencias se derretirán como cera,

pero tú serás propicio a tus fieles.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

 

Dios juzgará con justicia (Is. 33,13-16)

 

Los lejanos, escuchad lo que he hecho;

los cercanos, reconoced mi fuerza.

 

Temen en Sión los pecadores,

y un temblor se apodera de los perversos:

¿”Quién de nosotros habitará un fuego devorador,

quién de nosotros habitará una hoguera perpetua?”.

 

El que procede con justicia y habla con rectitud

y rehúsa el lucro de la opresión;

el que sacude la mano rechazando el soborno

y tapa su oído a propuestas sanguinarias,

el que cierra los ojos para no ver la maldad:

ése habitará en lo alto,

tendrá su alcázar en un picacho rocoso,

con abasto de pan y provisión de agua.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

El Dios Salvador (Efesios 1, 3-10)

 

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante El por el amor.

El nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

 

El juicio de Dios (Apocalipsis 11, 17-18;12, 10b-12a)

 

 

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

 

El Mesías y su precursor (Lucas 1, 68-79)

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por poca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

 

 

El monte del Señor, cima de los montes (Is. 2,2-5)

 

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

 

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

 

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda criatura;

pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,

tronos, dominaciones, principados, y potestades;

todo fue creado por él y para él.

 

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza y el cuerpo de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

 

Por que en él quiso Dios que residiera toda plenitud.

Y Por él quiso reconciliar todas las cosas:

haciendo la paz por la sangre de su cruz

con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

El plan Divino de la Salvación (Ef. 1, 3-10)

 

Bendito sea Dios,

Padre de nuestro Señor Jesucristo,

que nos ha bendecido en la persona de Cristo

con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

 

Él nos eligió en la persona de Cristo,

antes de crear el mundo,

para que fuésemos consagrados

e irreprochables ante él por el amor.

 

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,

por pura iniciativa suya,

a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos ha concedido

en su querido Hijo,

redunde en alabanza suya.

 

Por este Hijo, por su sangre,

hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia

ha sido un derrocha para con nosotros,

dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

 

Este es el plan

que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

hacer que toas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,

las del cielo y las de la tierra.

 

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

El siervo de Dios y su misterio pascual (Flp. 2,6-11)

 

Cristo, a pesar de su condición divina,

no hizo alarde de su categoría de Dios,

al contrario, se anonadó a sí mismo,

y tomó la condición de esclavo,

pasando por uno de tantos.

 

Y así, actuando como un hombre cualquiera,

se rebajó hasta someterse incluso a la muerte

y una muerte de cruz.

 

Por eso Dios lo levantó sobre todo

y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, y en el abismo

y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

 

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria (Ap. 4, 11; 5,9-10. 12)

 

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria,

el honor y el poder,

porque tú has creado el universo;

porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

 

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos

porque fuiste degollado

y por tu sangre compraste para Dios

hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;

y has hecho de ellos para nuestro Dios

un reino de sacerdotes

y reinan sobre la tierra.

 

Dignos es el Cordero degollado

de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,

la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

 

Gloria al Padre, al Hijo, y al espíritu Santo.

 

 

Es verdad: tú eres un Dios escondido (Is. 45,15-26)



 

Es verdad: tú eres un Dios escondido,
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el señor salva a
Israel con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.

Así dice el Señor, creador del cielo
- él es Dios -,
él modeló la tierra,
la fabricó y la afianzó;
no la creó vacía,
sino que la formó habitable:
"Yo soy el Señor y no hay otro"

No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
" Buscadme en el vacío."

Yo soy el Señor que pronuncia sentencia
y declara lo que es justo.
Reuníos, venid, acercaos juntos,
supervivientes de las naciones.
No discurren los que llevan su ídolo de madera,
y rezan a un dios que no puede salvar.

Declarad, aducid pruebas,
que deliberen juntos:
¿Quién anunció esto desde antiguo,
quién lo predijo desde entonces?
¿No fui yo, el Señor?
- No hay otro Dios fuera de mí -

Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más.

Volveos hacia mí para salvaros,
confines de la tierra,
pues yo soy Dios y no hay otro.

Yo juro por mi nombre,
de mi boca sale una sentencia,
una palabra irrevocable:
"Ante mí se doblara toda rodilla,
por mí jurará toda lengua,"
dirán: "Solo el Señor
tiene la justicia y el poder."

A Él vendrán avergonzados
los que se enardecían contra él,
con el Señor triunfará y se gloriara
la estirpe de Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor (Jr. 31,10-14)

 

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
"el que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño;
porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescato de una mano más fuerte."

Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor:
hacia el trigo y el vino y el aceite,
a los rebaños de ovejas y de vacas;
su alma será como un huerto regado,
y no volverán a desfallecer.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozará los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas;
alimentaré a los sacerdotes
con manjares sustanciosos,
y mi pueblo se saciará de mis bienes.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

Esperanza de Israel en Babilonia (Tb. 13, 1-10)

Bendito sea Dios, que vive eternamente,

Y cuyo reino dura por los siglos:

él azota y se compadece,

hunde hasta el abismo y saca de él,

y no hay quien escape de su mano.

 

Dadle gracias, israelitas, antes los gentiles,

Porque él nos dispersó entre   ellos.

Proclamad allí su grandeza,

Ensalzadlo ante todos los vivientes:

Que él es nuestro Dios y Señor,

Nuestro Padre por todos los siglos.

 

Él nos azota por nuestros delitos,

pero se compadecerá de nuevo,

y os congregará de entre todas las naciones

por donde estáis dispersados.

 

Si volvéis a él de todo corazón

y con toda el alma,

siendo sinceros con él,

él volverá a vosotros

y no os ocultará su rostro.

 

Veréis lo que hará con vosotros,

les daréis gracias a boca llena,

bendeciréis al Señor de la justicia

y ensalzaréis al rey de los siglos.

 

Yo le doy gracias en mi cautiverio,

anuncio su grandeza y su poder

a un pueblo pecador.

 

Convertíos, pecadores,

obrad rectamente en su presencia:

quizás os mostrará benevolencia

y tendrá compasión.

 

Ensalzaré a mi Dios, al rey del cielo,

y me alegraré de su grandeza.

Anuncien todos los pueblos sus maravillas

y alábenle sus elegidos en Jerusalén.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al espíritu Santo.

 

 

Felicidad del pueblo redimido (Jr. 31,10-14)

 

El pueblo de Dios en el destierro, sintiéndose castigado y lejano de Aquel, con una vida insignificante, profetiza ante las naciones, su salvación por parte de Dios, al presente aparentemente inalcanzable.

 

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,

anunciadla en las islas remotas:

“El que dispersó a Israel lo reunirá,

lo guardará como un pastor a su rebaño;

porque el Señor redimió a Jacob,

lo rescato de una mano más fuerte.”

 

Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,

afluirán hacia los bienes del Señor:

hacia el trigo y el vino y el aceite,

a los rebaños de ovejas y de vacas;

su alma será como un huerto regado,

y no volverán a desfallecer.

 

Entonces se alegrará la doncella en la danza,

gozará los jóvenes y los viejos;

convertiré su tristeza en gozo,

los alegraré y aliviaré sus penas;

alimentaré a los sacerdotes con manjares

sustanciosos,

y mi pueblo se saciará de mis bienes.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

Grandes y maravillosas son tus obras (Ap. 15, 3-4)

 

Grandes y maravillosas son tus obras,

Señor, Dios omnipotente,

justos y verdaderos tus caminos,

¡oh Rey de los siglos!

 

¿Quién no temerá, Señor,

y glorificará tu nombre?

porque tú solo eres santo,

porque vendrán todas las naciones

y se postrarán en tu acatamiento,

porque tus juicios se hicieron manifiestos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Himno a Cristo (Colosenses 1, 12-20)

 

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

El nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

El es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de El
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por El y para El.

El es anterior a todo, y todo se mantiene en El.
El es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
El es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en El quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por El quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

 

 

 

Himno a Dios creador (Ap. 4, 11; 5,9-10.12)

 

La victoria de Cristo es garantía para los suyos.

 

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir  la gloria,

el honor y el poder,

porque tú has creado el universo;

porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

 

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,

porque fuiste degollado

y por tu sangre compraste para Dios

hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;

y has hecho de ellos para nuestro Dios

un reino de sacerdotes

y reinan sobre la tierra.

 

Digno es el Cordero degollado

de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,

la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Himno de adoración (Apocalipsis 15, 3-4)

 

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

 

Himno de los redimidos (Apocalipsis 4, 11;5,9.10.12)

 

Eres digno, Señor, Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y con tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes,
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría,
la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza.

 

Himno después de la victoria (Ex. 15,1-4. 8-13. 17-18)

 

Cantamos nuestra experiencia de Dios como el omnipotente favorable, frente a las peores arremetidas del poder malo; cuya ruina y el destino sublime de su pueblo contemplamos: “el monte de la heredad de Dios”.

 

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,

caballos y carros a arrojado al mar.

Mi fuerza y mi poder es el Señor,

él fue mi salvación.

 

Él es mi Dios yo lo alabaré;

el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré.

El Señor es un guerrero,

su nombre es “El Señor”.

 

Los carros del faraón los lanzó al mar,

ahogó en el mar rojo a sus mejores capitanes.

Al soplo de tu ira se amontonaron las aguas,

las corrientes se alzaron como un dique,

las olas se cuajaron en el mar.

 

Decía el enemigo: “Los perseguiré y alcanzaré,

repartiré el botín, se saciará mi codicia,

empuñaré la espada, los agarrará mi mano.”

 

Pero sopló tu aliento y los cubrió el mar,

se hundieron como plomo en las aguas formidables.

 

¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?

¿Quién como tu, terrible entre los santos,

temibles por tus proezas, autor de maravillas?

 

Extendiste tu diestra: se los tragó la tierra;

guiaste con misericordia a tu pueblo rescatado,

los llevaste con tu poder hasta tu santa morada.

 

Lo introduces y lo plantas en el monte de tu heredad,

lugar del que hiciste tu trono, Señor;

santuario, Señor, que fundaron tus manos.

El Señor reina por siempre jamás.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

Himno tras la victoria sobre el enemigo (Is. 26, 1-4. 7-9. 12)

 

Tenemos una ciudad fuerte,

ha puesto para salvarla murallas y baluartes:

 

Abrid las puertas para que entre un pueblo justo,

que observa la lealtad;

su ánimo está firme y mantiene la paz,

porque confía en ti.

 

Confiad siempre en el Señor,

porque el Señor es la Roca perpetua:

 

La senda del justo es recta.

Tú allanas el sendero del justo;

en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos,

ansiando tu nombre y tu recuerdo.

 

Mi alma te ansía de noche,

mi espíritu en mi interior  madruga por ti,

porque tus juicios son luz de la tierra,

y aprenden justicia los habitantes del orbe.

 

Señor, tú nos darás la paz,

porque todas nuestras empresas

nos las realizas tú.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

La creación entera alabe al Señor, (Dn 3, 52-57; Is. 42, 10-16)

 

Acosados por fuerzas contrarias, Daniel, la Iglesia, perseveran en la confesión de las maravillas de Dios; con quién Jesucristo - hijo de mujer - hoy reina glorioso por siempre.

 

Bendito eres Señor Dios de nuestros padres:
a ti gloria y alabanza por los siglos.


Bendito tu nombre santo y glorioso:

a él gloria y alabanza por los siglos.


Bendito eres en el templo de tu santa gloria:

a ti gloria y alabanza por los siglos.


Bendito eres sobre el trono de tu reino:

a ti gloria y alabanza por los siglos.


Bendito eres tú, que sentado sobre querubines

sondeas los abismos:

a ti gloria y alabanza por los siglos.


Bendito eres en la bóveda del cielo:

a ti gloria y alabanza por los siglos.


Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Las bodas del Cordero (Ap. 19,1-7)

 

Aleluya.
La salvación y la gloria
y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios
son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor,
sus siervos todos,
los que le teméis,
pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor,
nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos
y démosle gracias.
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

 

Los pueblos todos se conviertan al Señor (Is. 45,15-26)

 

Dios permanece escondido para cuantos no le buscan, también para Israel en cuanto no se orienta a su servicio. El se constituye en el soberano de los suyos, sobre la base de la fe y la conversión. Mas, al final para bien o para mal, todos habrán de quedar bajo su mano.

 

Es verdad: tú eres un Dios escondido,

el Dios de Israel, el Salvador.

Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,

se van avergonzados los fabricantes de ídolos;

mientras el Señor salva a Israel

con una salvación perpetua,

para que no se avergüencen ni se sonrojen

nunca jamás.

 

Así dice el Señor, creador del cielo

- él es Dios -,

él modeló la tierra,

la fabricó y la afianzó;

no la creó vacía,

sino que la formó habitable:

‘‘Yo soy el Señor y no hay otro’’

 

No te hablé a escondidas,

en un país tenebroso,

no dije a la estirpe de Jacob:

“Buscadme en el vacío.”

 

Yo soy el Señor que pronuncia sentencia

y declara lo que es justo.

Reuníos, venid, acercaos juntos,

supervivientes de las naciones.

No discurren los que llevan su ídolo de madera,

y rezan a un dios que no puede salvar.

 

Declarad, aducid pruebas,

que deliberen juntos:

¿Quién anunció esto desde antiguo,

quién lo predijo desde entonces?

¿No fui yo, el Señor?

- No hay otro Dios fuera de mí –

 

Yo soy un Dios justo y salvador,

y no hay ninguno más.

 

Volveos hacia mí para salvaros,

confines de la tierra,

pues yo soy Dios y no hay otro.

 

Yo juro por mi nombre,

de mi boca sale una sentencia,

una palabra irrevocable:

“Ante mí se doblara toda rodilla,

por mí jurará toda lengua”,

dirán: “Solo el Señor

tiene la justicia y el poder”.

 

A él vendrán avergonzados

los que se enardecían contra él,

con el Señor triunfará y se gloriara

la estirpe de Israel.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

Mi corazón se regocija por el Señor (IS 2,1-10)


Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quién pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras que la madre de muchos se marchita.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afirmó el orbe.

El guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
Él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Mis ojos se deshacen en lágrimas (Jr. 14,17-21)

 

Mis ojos se deshacen en lágrimas,

día y noche no cesan:

por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,

una herida de fuertes dolores.

 

Salgo al campo: muertos a espada;

entro en la ciudad, desfallecidos de hambre;

tanto el profeta como el sacerdote

vagan sin sentido por el país.

 

¿Por qué has rechazado del todo a Judá?

¿tiene asco tu garganta de Sión?

¿Por que nos has herido sin remedio?

Se espera la paz, y no hay bienestar,

al tiempo de la cura sucede la turbación.

 

Señor, reconocemos  nuestra impiedad,

la culpa de nuestros padres,

porque pecamos contra ti.

 

No nos rechaces, por tu nombre,

no desprestigies tu trono glorioso;

recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.

 

 

           Misericordia, Dios mío, por tu bondad (Salmo 50)

 

3Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
4lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

5Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
6contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
7Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

8Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
9Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

10Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
11Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

12Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
13no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

14Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
15enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

16Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
17Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

18Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
19Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

20Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
21entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

 

 

 

 

Os recogeré de entre las naciones (Ez. 36, 24-28)

 

Dios nos promete un camino de purificación y tras este la tierra prometida. Libres de ídolos, ilustrados por su sabiduría alcanzaremos el único tesoro.

 

Os recogeré de entre las naciones,

os reuniré de todos los países

y os llevaré a vuestra tierra.

 

Derramaré sobre vosotros un agua pura

que os purificará:

de todas vuestras inmundicias e idolatrías

os he de purificar;

y os daré un corazón nuevo,

y os infundiré un espíritu nuevo;

arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra

y os daré un corazón de carne.

 

Os infundiré mi espíritu,

y haré que caminéis según mis preceptos,

y que guardéis y cumpláis mis mandatos.

 

Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.

Vosotros seréis mi pueblo

Y yo seré vuestro Dios.

 

Gloria al Padre , y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Plan Divino de Salvación, (Ef. 1,3-10)

 

Bendito sea Dios,

Padre de Nuestro Señor Jesucristo,

Que nos a bendecido en la persona de Cristo

con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

 

Él nos eligió en la persona de Cristo,

Antes de crear el mundo,

para que fuésemos consagrados

e irreprochables ante él por el amor.

 

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,

Por pura iniciativa suya,

a ser sus hijos,

para que la gloria de su gracia,

que tan generosamente nos a concedido

en su querido Hijo,

redunde en alabanza suya.

 

Por este Hijo, por su sangre,

Hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia

Ha sido un derroche para con nosotros,

dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

 

Este es el plan

Que había proyectado realizar por Cristo

cuando llegase el momento culminante:

hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,

las del cielo y las de la tierra.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

Primado Universal de Cristo (Col. 1,12-20)

 

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

 

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de lo pecados.

 

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda creatura;

pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,

Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;

todo fue creado por él y para él.

 

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

 

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.

Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:

haciendo la paz por la sangre de su cruz

con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

 

Sálvanos, Dios del universo (Sir. 36,1-7.13-16)

 

Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones;
amenaza con tu mano al pueblo extranjero,
para que se sienta tu poder.

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:
para que sepan, como nosotros lo sabemos,
que no hay Dios fuera de ti.

Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.

Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito.
Ten compasión de tu ciudad santa,
de Jerusalén, lugar de tu reposo.

Llena a Sión de tu majestad
y al templo de tu gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

¡Señor, he oído Tu fama! (Ha. 3, 2-4. 13a. 15-19)

 

¡Señor, he oído Tu fama,

me ha impresionado Tu obra!

En medio de los años, realízala;

en medio de los años manifiéstala;

en el terremoto acuérdate de la misericordia.

 

El Señor viene de Temán;

el Santo, del monte Farán:

su resplandor eclipsa el cielo,

la tierra se llena de su alabanza;

su brillo es como el día,

su mano destella velando su poder.

 

Sales a salvar a tu pueblo,

a salvar a tu ungido;

pisas el mar con tus caballos,

revolviendo las aguas del océano.

 

Lo escuché y temblaron mis entrañas,

al oírlo se estremecieron mis labios;

me entró un escalofrío por los huesos,

vacilaban mis piernas al andar.

Tranquilo espero el día de la angustia

que sobreviene al pueblo que nos oprime.

 

Aunque la higuera no echa yemas,

y las viñas no tienen frutos,

aunque el olivo olvida su aceituna

y los campos no dan cosechas,

aunque se acaban las ovejas del redil

y no quedan vacas en el establo,

yo exultaré con el Señor,

me gloriaré en Dios mi Salvador.

 

El Señor soberano es mi fuerza,

él me da piernas de gacela

y me hace caminar por las alturas.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Solo a Dios Honor y Gloria (1Cro. 29,10-13)

 

En medio de la adversidad reportamos a solo Dios cuanto a El pertenece, como es el poder y la gloria. Nuestra fortaleza no va en el presumir o vanagloriarnos, sino en glorificar la grandeza y magnificencia de Aquel.

 

Bendito eres, Señor,

Dios de nuestro padre Israel,

por los siglos de los siglos.

 

Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder,

la gloria, el esplendor, la majestad,

porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra,

tú eres rey y soberano de todo.

 

De ti viene la riqueza y la gloria,

tú eres Señor del universo,

en tu mano está el poder y la fuerza,

tú engrandeces y confortas a todos.

 

Por eso, Dios nuestro,

nosotros te damos gracias,

alabando tu nombre glorioso.

 

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

Súplica por la cuidad de Dios (Sir. 36,1-7.13-1)

 

Nuestra apelación al poder de Dios reclama sus signos experimentados ya anteriormente.

 

Sálvanos, Dios del universo,

infunde tu terror a todas las naciones;

amenaza con tu mano al pueblo extranjero,

para que se sienta tu poder.

 

Como les mostraste tu santidad al castigarnos,

muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos:

para que sepan, como nosotros lo sabemos,

que no hay Dios fuera de ti.

 

Renueva los prodigios, repite los portentos,

exalta tu mano, robustece tu brazo.

 

Reúne a todas las tribus de Jacob

y dales su heredad como antiguamente.

 

Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,

de Israel, a quien nombraste tu primogénito.

Ten compasión de tu ciudad santa,

de Jerusalén, lugar de tu reposo.

 

Llena a Sión de tu majestad

y al templo de tu gloria.

 

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.

 

 

Te doy, gracias, Señor (Is. 12,1-6)

 


Te doy, gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mí Dios y salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
"¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!"

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Amén.

Toda la creación alabe al Señor (Dn  3, 57-88. 56)

 

Toda la creación pertenece a Dios y le permanece sujeta; mientras el hombre sin Dios solo mira a apropiárselos. Con sencillez y gratitud reportamos a El cuanto existe.

 

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,

ensalzadlo con himnos por los siglos.


Ángeles del Señor, bendecid al Señor;

cielos, bendecid al Señor.


Aguas del espacio bendecid al Señor;

ejércitos del Señor, bendecid al Señor;

 

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor;


Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor;


Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor;


Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor;

 

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor;


Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor;


Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos pior los siglos.

 

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendecid al Señor.


Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor;


Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor;

Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.


Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.


Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor;

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor;

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.

 

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,

ensalcémoslo con himnos por los siglos.

 

Bendito el señor en la bóveda del cielo,

alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.